Una queja frecuente de la mente es que centrarse en la respiración es aburrido. Y, aparentemente, lo es. El aire entra y sale, y vuelve a entrar y vuelve a salir, y vuelve a entrar y vuelve a salir… A veces la respiración puede ser más profunda, otras más superficial, pero básicamente, es… siempre… respirar. 
¿Por qué es tan importante, entonces, este ejercicio? Es necesario aclarar primero que centrarse en la respiración no es el objetivo, si no un paso previo, un entrenamiento inicial sumamente necesario, pero el objetivo es la conciencia plena, no centrarse en algo con exclusión del resto. 
La conciencia no es algo que tenga dos posiciones, como un interruptor, on-off. Más bien se parece a lo que en psicología se llama un ‘continuo’ o una gradación. En un extremo (dentro del mundo humano) encontraríamos la persona que está en un coma profundo, en el otro extremo encontraríamos la persona con un estado de conciencia muy elevado, plenamente consciente. Por ejemplo, es frecuente al comienzo no notar muchas partes del cuerpo, hay lo que Daniel J. Siegel llama una ‘desintegración vertical’, es decir, la persona vive en su cabeza, en su mente, completamente identificada con su cháchara mental, sin notar qué ocurre de cuello para abajo, salvo que sea una sensación —agradable o desagradable— muy intensa. Es aún más frecuente no tener conciencia de cuáles son nuestras propias emociones, lo que nos lleva a no ser conscientes de cuáles son las emociones que puedan tener otras personas lo que conduce a un comportamiento poco amable y poco empático. Y por supuesto, también es frecuente no ser conscientes de que la cháchara mental está continuamente activa en nuestra mente, los pensamientos están en marcha constantemente, sin que ni siquiera nos demos cuenta de que eso está ocurriendo. 
No podemos tener conciencia de aquello a lo que no le prestamos atención. Para poder notar el cuerpo, o las emociones, o los pensamientos, tenemos que estar atentos. Si no estamos atentos pasan desapercibidos, ocurren, pero no nos damos cuenta. Y nuestra capacidad de atención está muy, muy debilitada. Se parece a una hoja arrastrada por el viento, sin estar vinculada al árbol en el que vivió, la más ligera brisa la lleva de un lugar a otro. Les decimos a los niños que tienen que estar atentos en clase, que se distraen, ¿pero dónde se enseña a estar atentos? ¿en qué asignatura? ¿saben los profesores estar atentos? ¿o los padres? La mayoría de los que leéis estas líneas es probable que hayáis asistido alguna vez a alguna reunión larga y tediosa… puede ser una reunión del trabajo, o una reunión de comunidad de vecinos. Al cabo de un rato observaremos diferentes formas en las que los adultos se distraen: unas personas cogen el móvil y contestan el whatsapp, otras están escribiendo un correo electrónico, otras juegan un vídeo juego, otras hablan entre ellas… sólo aquí y allá prestan momentáneamente atención a lo que se está diciendo. No nos debe extrañar luego que los niños tampoco estén atentos. No pueden aprenderlo en un mundo de personas adultas desatentas. 
Así que, el primer paso es entrenar la capacidad de atención, fortalecerla, porque está demasiado débil. En Mindfulness o en Meditación eso se hace centrando la atención, la conciencia, en un objeto, puede ser la respiración, el cuerpo, un objeto visual, las emociones, la mente… Como el foco de un teatro centramos la atención y la conciencia en algo; el resto del teatro permanece a oscuras, mientras que la luz de la conciencia ilumina sólo una parte. Nuestro foco fluctuará, porque no estamos habituados a este trabajo, pero con el tiempo irá adquiriendo estabilidad e irá siendo más fácil. 
Sin embargo, se trata sólo de una fase de entrenamiento. La conciencia no se asemeja a un foco, si no a un pequeño sol. Así que cuando estamos un poco más fuertes, podemos empezar a experimentar esto de la conciencia plena, es decir, conciencia de todo. No es centrarse en la respiración, o en cualquier otro objeto, es conciencia, conciencia de todo, plena recepción y aceptación de todo en la vida. 
En la fase de entrenamiento inicial, centrarse en la respiración es uno de los ejercicios más básicos y potentes. La respiración está siempre ahí, está siempre con nosotros, nos conecta con la Vida y, al hacerlo, es una de las puertas de acceso al Ser. 
Un error frecuente es buscar en la respiración, explorarla buscando algo que nos distraiga, que nos estimule. Al hacerlo, por decirlo metafóricamente, salimos de nosotros mismos buscando algo nuevo que antes no habíamos percibido. El ser humano es adicto al asombro continuo. Las últimas generaciones desde que tenemos televisión, cines, internet, y móviles, buscamos una emoción detrás de otra. Leemos una novela buscando emociones, vamos al cine buscando emociones, vamos de viaje y buscamos emociones. En lugar de pasear por el bosque, es necesario que tenga tirolinas, puentes colgantes, adrenalina, entonces el bosque es divertido, si no es un ‘muermo’. Con un condicionamiento así, de repente sentarse y centrarse en la respiración, parece muy poco estimulante. Lleva un tiempo de práctica aprender a centrar la atención, en algo tan tranquilo y sencillo como la respiración. 
Una clave importante es que no salgas de ti buscando en la respiración algo diferente. Al revés, entra profundamente dentro de ti. Adéntrate. Deja que ocurra de forma natural, sin forzar nada. Como una hoja que cae del árbol y suavemente va cayendo, balanceándose, hasta depositarse en el suelo, deja que tu conciencia, de forma natural, se deposite en la respiración y descanse ahí. Una vez ahí deja que se asiente y se calme. Los vaivenes de la mente, como ráfagas de viento, irán moviendo la atención-hoja, de un sitio a otro, pero deja que el viento se calme, y deja que vuelva a depositarse, otra vez, suavemente, en la respiración. Sin esfuerzo. Algunos días el viento estará más calmado, otros más travieso, pero poco a poco se irá serenando con más facilidad. Con la práctica dejar que la conciencia descanse en la respiración será el hábito que te enraiza y te conecta con la Vida. No sólo durante la meditación, en cualquier momento del día. Llevas ahí tu conciencia y lo notas: Vida. 
No necesitas salir de ti para notar la respiración, ni necesitas que te sorprenda. Sólo necesitas volver a lo que tú realmente Eres. 

© para texto y fotografía, 2017, Yolanda Calvo Gómez
 
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