A menudo en entradas anteriores hago referencia a observar las emociones o los pensamientos, a la conciencia que los observa. Y varias personas me han preguntado qué es esa Conciencia, y si es lo mismo que Consciencia. 
Bien, en primer lugar, voy a aclarar que resulta tremendamente difícil definir algo que no pertenece al mundo material. Definir una mesa es fácil, o una flor. La definición puede ser más o menos detallada, pero es posible hacerla. Definir algunas cosas materiales ya es más difícil, por ejemplo, los colores; la definición del color rojo es (según Wikipedia): “El rojo es el color que se percibe ante la fotorrecepción de una luz cuya longitud de onda dominante mide entre 618 y 780nm”. Y aunque la definición sea exacta, lo cierto es que no nos explica nada, no describe nuestra experiencia del color rojo que puede, además, ser muy personal, y provocar indiferencia, agrado o desagrado; y a una persona que no pueda ver ese color no le aporta nada que le permita ‘entenderlo’. Sólo la visión de ese color nos da ese “¡Ahá! ¡Esto es!”. Igual ocurre con las emociones, o con los sentimientos, pongamos el caso del Amor, ninguna definición nos dará la experiencia. Son cosas que tenemos que vivir para saber lo que son. 
Pero incluso el Amor es más fácil de definir que la Conciencia. Podemos definir una mesa, y tener una imagen mental de la mesa que definimos. Puedo leer la definición de un color, no entender la definición, pero puedo tener una imagen mental de ese color basada en mi experiencia. El amor es difícil de definir, o la rabia, o la tristeza, pero todos los hemos sentido y podemos tener imágenes mentales, no de las emociones, pero sí de su expresión, de las conductas que esos estados emocionales generan. Sin embargo no podemos tener ninguna imagen mental de la Conciencia, o del Ser, o de la Presencia. Esas palabras son, por tanto, mucho más difíciles de definir, pero por lo mismo que no pueden tener una imagen mental, son mucho más adecuadas para referirnos a aquello a lo que se refieren. 
Y es que las palabras son sólo apuntadores, señaladores, que apuntan a algo, pero que no son ese ‘algo’. Un cartel indicador que diga “Roma” no es esa ciudad, viendo el cartel no podemos decir ‘conozco Roma’. Las palabras son necesarias, para que podamos entendernos, y es necesario, también, estar de acuerdo en qué significado les damos, pero siendo siempre conscientes de que las palabras no nos van a mostrar aquello a lo que apuntan. Por mucho que diga ‘calor’, no voy a experimentar el calor. Como dicen que dijo Budha “El dedo que señala la luna no es la luna”. No nos quedemos en las palabras, en la forma, vayamos a donde apuntan, experimentemos por nosotros y nosotras mismas, comprobemos y vivamos esa realidad. 
 
Hablemos ahora del apuntador, de la señal, que es la palabra Conciencia. Vamos primero al aspecto práctico de la diferencia o semejanza entre las palabras Conciencia y Consciencia. Ambas son similares y comparten uno de sus significados, mientras que la palabra Conciencia tendría otro significado más que no comparte con la palabra Consciencia. 
Podríamos decir que la Consciencia, o Conciencia, es la capacidad de reconocer la realidad circundante, a uno mismo, y a uno mismo en el mundo. Esa Conciencia es como un darse cuenta, un conocimiento inmediato, es decir, un conocimiento no mediado por otros procesos racionales o deductivos, es un conocimiento directo. Por ejemplo, tengo sed y soy consciente de que tengo sed, no tengo que hacer ningún razonamiento para descubrir que tengo sed, sé que tengo sed de forma directa. Podría tener sed y no ser consciente de ello, por ejemplo, si estoy dormida, o si estoy muy absorta en una tarea o en mi mente, completamente desconectada de mi cuerpo, hasta que la señal de sed se hace demasiado fuerte y entonces sí tomo conciencia de que tengo sed. Igual que podemos tener conciencia de que tenemos sed, o hambre, o un dolor, podemos tener conciencia de nuestras emociones y de nuestros pensamientos y, más aún, somos conscientes de que somos conscientes; es decir, tengo sed, soy consciente de que tengo sed, y soy consciente de que soy consciente de que tengo sed. 
El otro significado de Conciencia que no es compartido por la palabra Consciencia es el que se refiere al sentido moral o ético, por ejemplo, cuando hablamos de buena o mala conciencia, no podemos decir buena o mala Consciencia. Tu conciencia te puede impedir mentir, o engañar, o defraudar, o robar… Este significado lo vamos a dejar a un lado, pues cuando hablo de Conciencia, no me refiero a nada ético ni moral. Podría utilizar la palabra Consciencia, pero como casi nadie la utiliza (yo tampoco) prefiero utilizar la palabra Conciencia. 
Las dos palabras, Conciencia y Consciencia, derivan del latín Conscientia, ‘conocimiento compartido’, que después pasó a significar ‘conocimiento global y completo’ y después ‘autoconocimiento global de un ser humano, de su existencia y de su pensamiento, de sus actos y de la relación de sus actos con la moral’, y de ahí se fueron derivando los dos significados. La palabra tiene su raíz en el verbo scire, ‘saber’, de donde viene también la palabra ‘ciencia’. Scire significaba ‘discernir, ser capaz de separar una cosa de otra con el entendimiento’, y tiene una raíz indoeuropea, skei, ‘cortar, rajar’, que también dio origen al verbo latín scindere, ‘hender, rasgar, rajar’, y de ahí nuestro ‘escindir’. (Curiosamente, la palabra sánscrita vijnāna, que se suele traducir como ‘conciencia’, también tiene el significado de ‘discernimiento’.)
Sé que las palabras pueden parecer muy liosas, pero todos y todas tenemos una experiencia directa de lo que es la Conciencia, podemos sentirlo y notarlo. 
Resumiendo, Conciencia sería un ‘darse cuenta’, un conocimiento inmediato, directo, no mediado por la deducción, la inducción, ni la lógica. Cuando en otros artículos hablo de observar las emociones y los pensamientos, de ser conscientes de ellos me estoy refiriendo a ese conocimiento, a ese darse cuenta. En lugar de dejarnos arrastrar por ellos, los observamos, sabemos que están ahí. No sólo sabemos que están y sabemos lo que son, si no que sabemos que lo sabemos, somos conscientes de que somos conscientes de que han aparecido en nuestro cuerpo y en nuestra mente, esas emociones y pensamientos. 
Probablemente estés pensando que sí eres consciente, sí sabes qué pensamientos y emociones tienes todo el tiempo. Pero te sorprenderá descubrir que no es así. Cuando se comienza a hacer meditación, la primera sorpresa es la cantidad de pensamientos que se cruzan por nuestra mente, de los que antes no nos dábamos cuenta. La mayor parte del tiempo somos inconscientes de lo que pasa en nuestra mente y en nuestro cuerpo. No prestamos atención. No somos conscientes de que nos dejamos arrastrar por esa cháchara mental continua, y tampoco somos conscientes de que somos conscientes. Sin embargo, es algo que está a nuestro alcance. Al menos durante un momento.
Inténtalo ahora mismo. Siente tu respiración. Nota cómo tu abdomen sube y baja, suavemente, al respirar. Ahora, observa que eres consciente de que estás sintiendo la respiración. Sigues sintiendo la respiración, la sensación tactil de la respiración, pero es como si —de alguna forma— dieras unos pasos hacia atrás y ahora notas, no sólo la respiración, si no también esa parte de ti que mira, que observa, ese testigo silencioso. Quédate ahí un momento… Y ahora, como si simbólicamente, pudieras dar unos pasos hacia atrás, o hacia arriba, o hacia dentro (no damos ningún paso, son metáforas que ayudan), y sigues notando la sensación de la respiración, y al testigo silencioso que observa; eres consciente de que eres consciente de tu respiración, hay algo en ti que observa la respiración, y al testigo que observa la respiración. Quédate en ese algo profundo, silencioso, tranquilo, sereno, quieto. Quédate ahí un momento.
Ahora ha aparecido otra cosa, hay una Presencia, una Plenitud, una totalidad, el Ser que tú eres se hace consciente de sí mismo. Un Yo Soy que no tiene nada detrás. No hay etiquetas, no hay ‘soy hombre’, ni ‘soy mujer’, ni ‘soy madre’, ni ‘soy padre’… Sólo Ser, sólo Yo Soy. Sólo Vida. Sólo Presencia Consciente. Ésa es tu esencia.
Cuando en otros artículos previos yo he escrito ‘Soy Conciencia’. ¿Es eso verdad? Pues desde un punto de vista sí, y desde otro no. Igual que el sol, desde nuestro punto de vista sale y se pone, pero visto desde el espacio ni saldría ni se pondría. De igual forma esta afirmación es cierta o no, dependiendo desde dónde la miremos. Como habitualmente nos identificamos con nuestro cuerpo, nuestra mente, emociones y pensamientos, notamos como ese paisaje mental cambia, a veces con increíble rapidez. Basta una llamada de teléfono, con una buena o una mala noticia, (por ejemplo, te ha tocado la lotería, o ha muerto repentinamente un ser muy querido) para que las emociones cambien drásticamente en un instante. El paisaje corporal también cambia, más despacio, pero cambia, aunque también puede hacerlo rápida y drásticamente, como en un accidente. Sin embargo, observamos que por mucho que cambie el paisaje corporal o el mental, hay una conciencia que observa todo eso, y que esa conciencia no cambia, permanece estable y tranquila, observando. Desde ese punto de vista, somos Conciencia. Sin embargo, esa afirmación no es verdad desde el punto de vista más amplio y completo en el que detrás del Soy no hay absolutamente nada. Simplemente Soy. Soy Ser, lo que es una redundancia y parece no explicar nada, pero que no puede expresarse de otra forma. Si has hecho el ejercicio anterior con calma y conciencia, lo habrás notado: esa sensación de Ser, de Presencia. Ahí te haces consciente del Ser que tú Eres. El Yo Soy. Nada más. Sin ningún añadido ni etiqueta. El Ser, que tú eres, se hace consciente de sí mismo. Es lo que Eckhart Tolle llama Presencia. Y el objetivo de todo este trabajo es despertar del sueño de la inconsciencia y de la vida automática, a una vida plena y presente, de plena conciencia del Ser que realmente somos. Si, a pesar de lo confuso de mis explicaciones, y de las limitaciones del lenguaje para expresar esto, hay algo en ti que lo entiende, y que comprende, es porque ya lo has sentido, en mayor o menor medida, ya forma parte de tu experiencia. Sigue explorando. No hay viaje más excitante, más maravilloso ni más extraordinario que este. 
 
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