Hace unos días fui a ver la película de Almodóvar La Piel que Habito. Una película con un guión sumamente original, que sabe mantener la intriga desde el primer fotograma hasta el último. Sin desvelar nada de lo que ocurre, el tema de la pasión, la sexualidad y la homosexualidad, más o menos en primer plano, más o menos de fondo, vuelve a aparecer otra vez con Almodóvar… esta vez se suma la crítica al científico que se cree omnipotente. Todo ello me hizo recordar el triste caso, conocido en el mundo de la Ciencia y la Psicología como John/Joan, o el caso de David Reimer. Un caso del que hace meses quería escribir en este blog, incluso antes de haberlo creado, cuando sólo era una idea en mi cabeza.
En 1965, en la ciudad canadiense de Winnipeg, Janet Reimer dio a luz a dos niños gemelos, a los que llamaron Bruce y Brian. Cuando tenían 6 meses los niños presentaban muchos problemas al orinar y su médico les diagnosticó fimosis, programando la cirugía para dos meses después, el 27 de abril de 1966. Los padres de los niños, Janet y Ron, recibieron una llamada telefónica diciéndoles que había habido un accidente. Acudieron al hospital sin saber qué podría haber pasado en una intervención tan sencilla. Una vez allí les explicaron que los médicos habían utilizado una aguja para cauterizar (un método experimental), en lugar de un bisturí, y que el instrumental quirúrgico había fallado produciendo un aumento de la corriente eléctrica que había quemado el pene de Bruce. Eran los años 60, la cirugía no podía todavía reconstruir un pene. La operación de su gemelo Brian se canceló. La desesperación y angustia de los padres, la preocupación por la felicidad de su hijo, es tan sólo imaginable.
En medio de esta situación tremenda los padres de Bruce vieron en la televisión una entrevista realizada al psicólogo John Money, del hospital Johns Hopkins en Baltimore. El Dr. Money había desarrollado en los años 50 una teoría revolucionaria. Money defendía que nuestra “identidad sexual”, o de género masculina o femenina, no está plenamente formada en el momento del nacimiento. Defendía que los genes no eran tan determinantes en la orientación sexual, que los niños eran sexualmente neutros durante los dos primeros años de su vida en los que aprendían a ser niños o niñas, masculinos o femeninos… los juguetes que nos dan, la ropa, frases que nos dicen, nos hacen poco a poco acomodarnos, comportarnos y sentir como es de esperar. Esta teoría se llamó “teoría de la neutralidad de género”, y todavía está vigente, en cierta medida, en algunos sectores que promueven la elección de juguetes no sexistas. La influencia de Money ha sido enorme. Creó el término ‘rol de genéro’, en lugar de rol sexual, también acuñó el término “Rol-Identidad de Género” y el de “mapas del amor”.
En la entrevista realizada al Dr. Money, éste afirmaba que nuestra identidad sexual dependía de nuestra educación y que si nos educaban como niñas nos sentiríamos niñas y viceversa; el Dr. Money había trabajado fundamentalmente con niños nacidos con genitales anormales y con hermafroditas o intersexuales, que poseen ambos tipos de genitales. Explicó que un pene anormal no se podía reemplazar, pero que se podía construir quirúrgicamente una vagina y educar, así, al niño como niña, que alcanzaría una maduración sexual óptima y exitosa como mujer en lugar de hombre. Las operaciones de cambio de sexo hombre-mujer estaban comenzando. El Dr. Money era un hombre carismático, con una convicción absoluta en lo que decía. Llevaba con él un transexual, una mujer muy atractiva y femenina que había nacido como hombre y había cambiado de sexo. Los padres de Bruce encontraron una respuesta, una esperanza. Así que, animados por esas nuevas teorías hicieron las maletas y recorrieron los 1500 km de distancia que les separaban de Baltimore.
Las teorías de Money sobre la “neutralidad de género” en los dos primeros años de vida no era aceptada por toda la comunidad científica, muchos defendían que las hormonas secretadas por las gónadas sexuales del bebé en formación, ya desde el período prenatal, definían desde el principio el sexo físico y mental. John Money necesitaba, así, realizar un experimento para demostrar que su teoría era cierta. Necesitaba dos niños varones, uno al que educaría como niño, otro como niña. El Dr. Money estudió el caso de Bruce y vio que era el “experimento ideal”, el niño había nacido con unos genitales masculinos sanos, se le podía cambiar de sexo y educar como una niña, y tenía su propio “grupo control” en su hermano gemelo, niño, educado en la misma familia y ambiente.
El Dr. Money convenció a los Reimer que lo mejor era cambiar el sexo de Bruce, y a los 22 meses le hicieron una orquidectomía en la que se le extirparon los testículos, para que no pudiera producir sus propias hormonas masculinas, y le dejaron un orificio en el abdomen por el que orinaría. Había que esperar a que fuera mayor para realizar una vaginoplastia, operación en la que le construirían una vagina. Le pusieron de nombre Brenda y el Dr. Money ayudó a los Reimer para educarla como una niña, a la que nunca deberían contar que había nacido siendo un niño.
A partir de entonces el Dr. Money veía anualmente a “Brenda”, a veces junto con su hermano gemelo. En sus notas destaca que la madre afirma que es mucho más limpia y ordenada que el hermano, pero el Dr. Money también señalaba que tenía muchos rasgos poco femeninos como una energía física muy grande, su nivel de actividad, su terquedad, y ser la niña dominante en el grupo de niñas. En 1972, siete años después del nacimiento de los gemelos, el Dr. Money publicó el caso subrayando el éxito total del experimento. Bruce-Brenda-David empezó a ser conocido en el mundo científico como el caso John/Joan (curiosamente le puso su propio nombre de pila, “John”, ¿Será casualidad?). El libro del Dr. Money, “Hombre y Mujer, Niño y Niña”, fue citado por otros científicos en los cinco continentes. Su teoría de la neutralidad de género se extendió, en lo que concierne a la identidad sexual se aceptó que la educación era más importante que la naturaleza.
Los Reimer vivían ignorantes de que el caso de David había sido publicado con éxito produciendo un gran impacto en el mundo científico y médico. Al llegar la adolescencia le empezaron a dar estrógenos para que desarrollara pechos. A pesar de todas estas intervenciones médicas, psicológicas y educacionales, Brenda cada vez aceptaba peor su feminidad y se mostraba más y más masculina. Siempre había preferido jugar con los juguetes de niño de su hermano, dejando a un lado sus muñecas y sus cocinitas, pero al crecer no se sentía feliz como niña y mostraba signos de una severa depresión. La madre explicaba que era rebelde, muy masculina, y que no había forma de convencerla de comportarse de otro modo. No tenía amigas, era una niña solitaria, a la que ridiculizaban y llamaban “mujer de las cavernas”.
A los 13 años se acercaba el momento de realizar la intervención para construirle una vagina. En la visita anual al Dr. Money éste llevó un transexual para que convenciera a Brenda, que no quería realizar ninguna operación en su cuerpo. La entrevista salió mal, Brenda le dijo a sus padres que si la volvían a llevar a ver al Dr. Money se suicidaría. Ante las amenazas de su hija, sus padres decidieron no llevarla más y, siguiendo los consejos de su endocrinólogo y psiquiatra, le dijeron que había nacido como un niño. Para Brenda todo tuvo sentido de repente, y supo que no se estaba volviendo loca. Enseguida decidió volver a asumir su identidad masculina y escogió llamarse David. Era feliz por primera vez en su vida.
David dejó de tomar las hormonas femeninas que había tomado durante años, empezó a utilizar inyecciones de testorena (sus testículos habían sido extirpados a los 22 meses de edad y no podía producir su propia hormona masculina), se hizo una doble mastectomía para eliminar sus pechos, y dos operaciones más para poder reconstruir sus genitales masculinos. Recibió una compensación económica por la operación que había destruido su pene y la vida le iba bien. Incluso en 1990 se casó con Jane Fontaine y se hizo el padre adoptivo de sus tres niños.
Mientras tanto, el caso de John/Joan había seguido haciéndose famoso en la literatura de psiquiatría, antropología, estudios femeninos, desarrollo infantil y biología de genéro. El Dr. John Money seguía publicando que el caso de David había sido un éxito. Miles de niños que nacían con genitales defectuosos, o con micropene, siguieron el mismo tratamiento que Brenda-David, apoyándose los médicos en el éxito documentado del caso conocido como John/Joan.
El Dr. Milton Diamond, por su parte, no compartía las ideas del Dr. Money y recomendaba no realizar estas intervenciones tan temprano y esperar a ver cómo se desarrollaban y ajustaban esos niños. El Dr. Diamond siguió el caso de Reimer y terminó encontrando a David, en su Winnipeg natal, en 1997. Con su consentimiento informó a la comunidad científica de lo que realmente había ocurrido, con el fin de disuadir a los médicos de que realizaran ese mismo tratamiento con otros niños. David convenció a su hermano Brian para divulgar su relato en un documental para la televisión. Tres años después el periodista John Colapinto contó su historia en un libro: Tal y como la naturaleza le hizo: el niño que fue educado como una niña (que no está traducido al español). En él David y su hermano divulgan algo que sólo habían revelado a sus padres en edad adulta, que el Dr. Money les había obligado a frotarse el uno con el otro, haciendo que David estuviera siempre debajo, asumiendo el papel de “mujer”. Según relataban los hermanos, el Dr. Money les hacía adoptar posturas sexuales, tomó al menos una foto de los niños, y en una ocasión les hizo desnudarse y observarse los genitales (con la finalidad de aprender la diferencia entre niños y niñas). Sus defensores decían que eso no había sido así, y que los Reimer eran víctimas del Síndrome de Recuerdos Falsos (ya hablaremos de eso en otro momento), mientras que otros decían que la idea detrás de esas actividades era realizar un juego sexual que ayudaría a generar una sana identidad de género de los niños. Desde luego, que el Dr. Money poseyera una colección amplísima de pornografía, que iba desde el incesto hasta la necrofilia, y que a veces la mostrara a sus alumnos, no ayudaba en absoluto. Tampoco ayudaba que distinguiera entre pedofilia afectiva y sádica, y que considerase que la pedofilia afectiva era sobre amor y atracción erótica, y no sobre sexo, y que no era patológica.
Envuelto en esta impresionante controversia, el Dr. Money, duramente criticado por parte de la comunidad científica, siguió siendo respetado por sus fieles y seguidores. Algunas personas defendían que había falsificado la investigación, pero sus defensores aducían que sólo veía a la familia una vez al año y que los padres le habían mentido sobre el progreso de la niña. El análisis de sus escritos personales, una vez muerto el Dr. John Money, revelan que era bien consciente de los problemas que había y que todo podía ir mal años antes de publicar su “experimento” como un éxito absoluto; incluso después de que Brenda abandonara su consulta enfadada y negándose a la vaginoplastia, siguió publicando el caso como un éxito.
Durante ese tiempo, a David, tras una racha estupenda de varios años seguidos, las dificultades se le amontonaban. Su hermano Brian, que había empezado a mostrar problemas mentales al conocer la verdadera identidad sexual de su hermano, terminó desarrollando esquizofrenia. Cuando su historia personal se divulgó la salud mental de Brian se deterioró más y terminó suicidándose con una sobredosis de sus medicamentos en el 2002. David quedó muy afectado, visitaba la tumba de su hermano, le llevaba flores, hablaba con él, cuatro o cinco veces a la semana.
Dice un antiguo dicho que los males son cobardes y nunca vienen solos. David empezó una racha realmente mala. Perdió mucho dinero en una inversión desastrosa y estaba sin empleo. La acumulación de problemas terminó afectando a su relación de pareja. Siempre había sido un buen marido, un buen padre, y un hombre muy romántico. Pero ahora los problemas afectaban su ánimo profundamente. El 2 de mayo de 2004 su mujer le dijo que le quería, que no le pedía el divorcio, pero que necesitaba una separación temporal. En casa de sus padres lloró durante horas diciendo que no podía hacer feliz a su mujer. El día 5 Jane, su esposa, fue informada por la policía de que le habían encontrado, pero que él no quería que se le informase de su paradero. Dos horas después la policía acudía a la casa de Jane y de los padres de David para darles la triste noticia de que había muerto. Había cogido un arma de la casa, había conducido a un aparcamiento de un supermercado y se había pegado un tiro en la cabeza. (Por cierto, José Antonio Marina, en su libro, El Cerebro Infantil: la Gran Oportunidad, publicado este año, menciona el caso de David, pero cree erróneamente que éste vive felizmente casado en el presente… ¡pobre David lleva ya siete años muerto!).
El triste caso de David y su trágico final hizo que la comunidad científica se planteara que la influencia de las hormonas sexuales en el cerebro, durante el período prenatal y durante la primera infancia, era mucho más grande de lo supuesto hasta entonces. Que la naturaleza, finalmente, es más fuerte que la educación. Igualmente, se plantearon que las decisiones sobre cambios de sexo en niños con malformaciones genitales no podían ser tomadas por un sólo profesional. Se plantearon, otra vez, cuáles eran los límites éticos del trabajo científico, y que los experimentos no podían realizarse a cualquier precio, que no se debe creer en las propias teorías hasta el extremo de poner la felicidad o la vida de otras personas en peligro.
Por encima de todas las controversias filosóficas, médicas y psicológicas, incluso políticas (pues muchos defendieron que las críticas al Dr. Money era un ataque de la derecha y de los grupos antifeministas), lo más importante es el sufrimiento humano. Nadie tiene derecho a probar en otro sus teorías, sean éstas científicas o no. No creo que nada, ni nadie, pueda darnos el derecho a creernos tan listos y tan omnipotentes, tentados de pensar que lo podemos hacer todo, o casi todo… que no hay límites. Sí, hay límites. La Ciencia debe existir junto con la Ética, con una conciencia humana, muy clara, de no hacer daño.
Es una historia enormemente triste, que deja un poso en el corazón pesado, melancólico, gris, quizá un poco sucio… Y a la vez es una historia enormemente humana, sobre sufrimiento, dolor, errores y vanidades. Vanidades, sí, vanidades, arrogancia, presunción, creer en exceso en las propias ideas y en la propia infalibilidad. Como decía el “diablo” (Al Pacino) al final de la película Pactar con el Diablo: “la vanidad es, sin duda, mi pecado favorito”.
(Lidia: lo siento, me ha vuelto a salir triste).
Para los que hablan inglés pueden ver el documental: http://documentarystorm.com/dr-money-and-the-boy-with-no-penis/
Sí, muy triste, pero con una gran enseñanza. Desde que conocí esta historia (en la facultad nadie me habló de ella) me dejó impresionada y me hizo pensar.
Ufff, es una historia muy dura, la verdad. Estoy totalmente de acuerdo con tu reflexión final.
Un beso