(Foto de Wiros publicada en Wikipedia Commons)
Aunque nunca sabemos qué es lo que va a pasar mañana, ni tampoco dentro de un rato, en general funcionamos con predicciones lógicas que tienen una altísima probabilidad de llegar a ser ciertas. Hoy es lunes, mañana es martes, lo lógico es predecir que me levantaré a las siete de la mañana para ir a trabajar. Obviamente, me puedo romper una pierna, puedo estar ingresada en el hospital, o me puedo morir, también me puede tocar la bonoloto… pero la probabilidad de que estos eventos extraordinarios ocurran son, eso…: “extra-ordinarios”, muy poco probables. Así que normalmente funcionamos con unos esquemas predictivos que funcionan bastante bien.
     En los tiempos de crisis ocurre que las predicciones con respecto a algunas cosas no parecen tan seguras. Habitualmente lo predecible es que me suban el sueldo cada año según el IPC, o que no me despidan después de estar trabajando en la empresa desde hace 22 años, o que tanto mi pareja como yo tengamos trabajo… Habitualmente… Estas predicciones habituales, en tiempos de crisis, no parecen ya tan seguras. Incluso aquellas personas que no tienen una posición tan “insegura” se verán afectadas. La persona quizá es funcionaria, su puesto de trabajo no peligra, pero la incertidumbre de qué ocurrirá paralizará algunas de sus tomas de decisiones.
Pongamos un ejemplo, pensemos en un inversor que quiere comprarse algo, por ejemplo, una finca. Hay una oportunidad estupenda de comprarla por un precio más bajo antes de una fecha determinada. Van a tener lugar elecciones municipales y no se sabe qué partido gobernará la Alcaldía del pueblo donde está ubicada la finca. Nuestro inversor está decidido a comprar si gobiernan los populares. En cambio, si ganan los socialistas… también está decidido a comprar la finca. Aparentemente, lo lógico sería pensar que como quiere comprar la finca, gobierne quien gobierne, le da igual no saber quién va a ganar con antelación, que lo lógico sería comprar… Bueno, no es eso lo que ocurre. Lo más probable, es que la incertidumbre de qué ocurrirá en las elecciones haga que nuestro inversor dude y no compre, o que quizá sólo dé una señal, para no perder la oportunidad. La incertidumbre puede nublar una decisión que aparantemente era lógica y sencilla.
     Amos Tversky y Daniel Kahneman estudiaron desde los años 80 cómo nuestras decisiones en lo económico no son siempre tan racionales. Comenzaba un campo que se ha llamado Economía Conductual, en el que se explica cómo estados emocionales y cognitivos afectan a decisiones económicas que son, al final, no tan racionales como cabría esperar. Sus trabajos, y de otros investigadores, demuestran, entre otras cosas, que ante situaciones de riesgo nuestra decisión puede ser inesperada y poco racional. ¿Es racional que nuestro inversor no compre la finca que quiere, cuando en realidad gane quien gane él compraría la finca? No es racional, pero es lo que va a hacer. 
     Actualmente vivimos una situación de crisis e incertidumbre como hace mucho tiempo no se había vivido. Una de las consecuencias de esa incertidumbre es la parálisis. La gente no hace lo que quiere hacer, por miedo, por esperar a ver qué pasa. Esto es echar leña al fuego. No solamente la gente se paraliza, sino que toma decisiones erróneas e irracionales. Este fenómeno afecta, no sólo a la persona sencilla, trabajadora, que va en autobús al trabajo y no invierte en Bolsa; este fenómeno afecta también a los inversores, a los economistas y a los políticos. Ellos… también son humanos.
     ¿Puede evitarse? Sí. Plantéate: En el caso de que ocurra la opción a) ¿qué haría?; en caso de que fuera la b) ¿qué haría? Si la respuesta es que harías lo mismo, hazlo, sin esperar “a ver qué pasa”. Prioriza qué es lo que realmente es más importante para ti, anótalo en un papel. ¿Cuántas cosas has anotado? ¿Tres? Son demasiadas. Piensa un poco más y deja anotada sólo una cosa, la más importante. Toma tu decisión de acuerdo con esa prioridad. La equivocación sigue siendo posible, siempre lo es, pero será mucho menos probable. Parece una solución simple, pero no es tan fácil de realizar. Encontrar qué es el centro, la prioridad, en un momento, o en tu vida, no siempre es tan fácil, pero si lo tenemos claro, será como tener una brújula que guíe nuestro camino. 
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