“Agarro a madrugada como se fosse uma criança” (Atrapo la madrugada como si fuera un niño). Así canta Carlos do Carmo en el Fado “Un Homem na Cidade” un fado que me emociona en lo más profundo. A veces lo canturreo interiormente, y recuerdo esas primeras palabras para recordarme a mí misma tener la actitud abierta, de aprendizaje, de entusiasmo, de un niño ante la vida. La que yo tenía también cuando era pequeña. 
Mi madre todavía se ríe porque a veces yo llegaba tarde del colegio, y cuando me preguntaba qué me había pasado, resultaba que yo me había entretenido observando un hormiguero, cogiendo unas flores, contándole las patas a las hormigas, u observando las hormigas reinas que habían salido de un hormiguero (estaba obsesionada con las hormigas, que me fascinaban y me daban miedo, las dos cosas a la vez). 
¿Y qué hace un niño, además de mirar bichos, que a nosotros se nos ha olvidado? Prestar muchísima atención a todo, a los más pequeños detalles, que les asombran y maravillan, mientras que a nosotros nos parecen corrientes y mundanos y no les prestamos ya ninguna atención. “¡Mira este bicho, es como de bronce!”, “¡Mira las hormigas se están llevando un gusano a su hormiguero!”, “¡Mira esa nube, tiene forma de bebé!”, “¡Mira, desde aquí la piscina tiene forma de pez!”. 
Con la edad vamos adquiriendo un sentido de familiaridad con el mundo y perdemos la capacidad de asombro. El bicho color bronce, es un simple escarabajo, al que ya no prestamos atención a sus brillos metálicos; no veremos las hormigas llevándose el gusano, y si las vemos les daremos un pisotón; no jugaremos a ver qué formas tienen las nubes, y nos bañaremos cien veces en esa misma piscina en verano, sin darnos cuenta, que desde una perspectiva muy especial, cuando estás a ras de suelo, efectivamente, parece un pez. 
Si al conocer el mundo, si al sentirnos seguros y familiares en él, matamos la capacidad de asombro, de maravillarnos y de entusiasmarnos, destruiremos la capacidad para conocer, para aprender, y lo que es más importante, para ser felices. 
¿Por qué el niño se asombra de esas cosas? No sólo porque sean nuevas, sino porque el niño, la niña, en su descubrir un mundo nuevo, ve los detalles. Nosotros podemos viajar a una cultura distinta y seguro que no percibiremos tantos detalles como los niños. ¿Es irremediable esa pérdida? Desde luego que no. De hecho muchos adultos la mantienen durante su viaje por la vida, hasta el final. Esas personas están vacunadas contra la depresión. 
Una de las características de la depresión es la sobregeneralización, es decir, el utilizar frases demasiado generales, que suelen incluir palabras temibles y absolutas como “nunca”, “siempre”, “todo el mundo” o “nadie”. “Todo el mundo me mira mal”, “no sirvo para nada”, “nadie me quiere”, “todo el mundo es malvado”, “la vida es siempre injusta conmigo”… La verdad es que las cosas no suelen ser tan absolutas. La persona que sufre acoso en el trabajo y a la que ciertamente algunos compañeros miran mal, no es mal mirada por todo el mundo, sólo por algunas personas. El que nos haya dejado nuestra pareja eso no quiere decir que no seamos queridos por otras personas… Aunque hayamos fracasado en algo importante, tenemos otros éxitos que destacar en nuestra vida. Cuando la persona con depresión aprende a fijarse en esos “detalles”, poco a poco la vida va adquiriendo otro color. Parece que la Corteza Prefrontal Izquierda (la zona en la frente por encima del ojo izquierdo), funciona con más lentitud en algunas personas deprimidas, y que esto es lo que les hace tan difícil que se fijen en los detalles. De hecho, las personas que sufren alguna lesión en esta zona suelen padecer, como consecuencia de la lesión, síntomas depresivos y les cuesta muchísimo percibir los detalles o recordarlos. 
¿Cómo activar la corteza prefrontal izquierda? Fijándonos en los detalles, aunque nos cueste. Igual que la persona que empieza a correr, al principio creerá que su corazón no aguanta, y con la práctica diaria, poco a poco notará que su corazón y sus piernas aguantan corriendo 20 mintos, luego 30, luego 60. De igual forma, entrenando nuestro cerebro conseguiremos que haga cosas que le costaban. 
Coge cada día como si fueras un niño o niña pequeña, fíjate en los detalles, asómbrate, descubre cosas que antes te pasaban desapercibidas, mira, ve, escucha, huele, siente, cada pequeña cosa del mundo. La energía, siempre cambiante y siempre plena de la vida, empezará a penetrarte y tus ojos brillarán. Abrás abierto tu corazón para que entre la vida en él; o te habrás fijado en los detalles, como un niño; o habrás activado tu Corteza Prefrontal Izquierda… Como quieras expresarlo ¡Qué más da! Habrás tomado las riendas de tu vida y decidido la dirección que quieres tomar.
(El vídeo lo podéis encontrar en YouTube, es un fragmento de la excelente película «Fados» de Carlos Saura).

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