El dolor es una parte inevitable de la vida. Como lo expresa triste y hermosamente Marcel Pagnol en El Castillo de mi Madre: “Así es la vida de los hombres. Algunas alegrías, rápidamente borradas por penas inolvidables”. Y añade: “Pero no hace falta decírselo a los niños”. Ni si quiera en el arte el dolor está ausente, no hay novela, biografía o película apasionante, que no tenga una buena porción de “drama humano”. 

     Sin embargo, y a pesar de lo inspirador que pueda ser el dolor y el sufrimiento, el drama humano, para poetas, cineastas y artistas, todos intentamos escapar de él… todos, y no sólo las personas, también los animales, pues en ese y en muchos otros aspectos somos iguales a nuestros compañeros de otras especies con los que compartimos el planeta. Mira cómo al encender al chimenea, pequeños bichitos que se habían escondido en la leña vieja, huyen a toda velocidad del fuego que enciendes. Tanto esos bichitos y nosotros intentamos evitar el dolor y la aniquilación. Y aún queriendo huir del dolor, en mayor o menor medida, bien como dolor físico o como dolor emocional, estará presente en algún momento de nuestra vida, y sólo de nosotros dependerá convertirlo en nuestro enemigo o en nuestro maestro. 
     La Filosofía Oriental diferencia entre dolor y sufrimiento. El dolor sería la sensación física desagradable, causada por una enfermedad o una lesión. El sufrimiento es una experiencia mental y ocurre cuando nuestra mente se resiste al dolor. Esta resistencia aumenta el malestar que experimentamos con el dolor, haciéndolo mayor, el sufrimiento enmascara, incluso, al dolor real, y nos impide conocer directamente cómo es realmente. Así, dolor y sufrimiento, son dos cosas distintas. 
     Las técnicas de Mindulness basadas en estas tradiciones orientales proponen disminuir el sufrimiento (que nace del rechazo emocional a la experiencia de dolor) prestando atención al dolor tal y como es, de la misma manera que prestamos atención a la respiración, o al cuerpo, o a las percepciones de los sentidos… Prestar plena atención a la experiencia de dolor, sin enjuiciarla (es horrible, es malo, es insoportable, me va a matar…) y sin expectativas (necesito que se vaya, no puedo estar así todo el día…). Al hacerlo el dolor va seguir estando ahí, eso desde luego, pero como habrá aceptación de esa experiencia tal y como es, disminuirá el sufrimiento y al disminuir el sufrimiento disminuirá nuestra percepción del dolor, porque parte de la experiencia de dolor está incrementada por nuestro rechazo a la sensación. 
     Pero nadie quiere prestar atención al dolor. Queremos evitarlo, y para ello hacemos lo que haga falta. Nuestra sociedad occidental se ha hecho adicta a los analgésicos. La población norteamericana consume el 80 % de los analgésicos que se consumen en todo el mundo (cuando no padecen, desde luego el 80% del dolor físico del mundo), y aunque en España no lleguemos a esos niveles, los analgésicos son los medicamentos más vendidos en nuestro país. En cualquier país occidental hay un claro abuso de los analgésicos. Por supuesto que hay hay casos en los que son completamente necesarios, pero el uso necesario y justificado convive con el abuso, incluso con el abuso recreacional, porque hemos creado una sociedad que no soporta la más mínima molestia, el más mínimo esfuerzo, la más pequeña alteración.
     Si observamos nuestra mente cuando sentimos dolor, podremos observar cómo intenta huir de él: cómo se acelera con pensamientos e imágenes, algunos conectados con el dolor, desde luego —tengo que librarme de esta sensación, no aguanto más, es insoportable, por qué me pasa a mí esto…— otros, sin ninguna relación con el dolor —vendrán imágenes del día, o de días anteriores, o de algo que hayamos visto…—. La mente hará todo lo posible para evitar “mirar” al dolor. 
     Sin embargo, eso es lo que se aprende a hacer en las técnicas basadas en el Mindfulness y que

están enfocadas en aliviar el dolor crónico o en ayudar a las personas con cáncer. Gracias al Mindfulness aprendemos a observar lo que ocurre, incluso el dolor, sin el juicio constante de nuestra mente. Al hacerlo descubrimos que el dolor se hace más llevadero, desciende, y que disminuye también nuestra ansiedad y nuestra depresión, que suelen ser consecuencias psíquicas del rechazo a la experiencia de dolor crónico. 

     Como ya he dicho, es importante aprender a observar el dolor, no sólo sin juicios, si no también sin expectativas. La expectativa normal y habitual es desear que el dolor desaparezca. De hecho por eso tomamos calmantes, o acudimos al médico o a un acupuntor, o a un fisio, o utilizamos el Mindfulness para el manejo del dolor, porque no queremos tenerlo. Pero, curiosamente, debemos aprender a observarlo sin aferrarnos a la expectativa de que se vaya, observando, con curiosidad e interés, cómo sube, cómo baja, o cómo cambia. Es lo mismo que ocurre al dormir, nos acostamos por la noche porque queremos dormir, —nadie se acuesta para permanecer insomne toda la noche—, pero si hacemos “esfuerzos” por dormir, no lo conseguiremos. Cuánto más esfuerzo pongamos en relajarnos o en dormir, más tensos estaremos. Igual ocurre con el dolor, cuánto más esfuerzos hagamos en que se vaya, más dolor tendremos. 
     Igualmente, es necesario poder observar la sensación dolorosa, como cualquier otra sensación, sin la carga del pasado ni del futuro sobre la experiencia de esa sensación. Especialmente si el dolor es crónico es posible que sobre esa experiencia de dolor esté toda la carga emocional de sufrimiento del pasado producida por nuestro rechazo a ese dolor, lo cual convierte a esa experiencia en algo difícil de soportar. Sin embargo, el pasado sólo existe como una idea en nuestra mente. Cuando vivimos el pasado lo vivimos como presente. No es algo real, existe sólo dentro de nuestra cabeza. El Ahora es lo único que existe. Por lo tanto, al experimentar y observar el dolor que presenta el Ahora es necesario hacerlo sin otros objetos añadidos por nuestra mente como el pasado. Lo mismo ocurre con el futuro, en dolores causados por enfermedades o lesiones que ponen en peligro nuestra vida o nuestra capacidad física, la carga del futuro, en la forma de miedo, preocupación o ansiedad, puede ser enorme. Sin embargo, igual que con el pasado, el futuro existe sólo dentro de nuestra mente, cuando el futuro “llegue” y lo vivamos lo haremos como presente, no como futuro. Así que, es necesario poder observar el Ahora, con el dolor que presenta, tal y como es, y en el Ahora no hay pasado ni futuro. 
     Resumiendo, aprendemos a observar la sensación dolorosa, tal y como es, con la mente en silencio, sin juicios, sin expectativas, sin la carga del pasado ni del futuro. Obviamente los pensamientos-juicio, los deseos-expectativas, el rechazo, y la carga del pasado y del futuro como angustia o como miedo aparecerán. Al hacerlo los observaremos y los dejaremos pasar, como el agua de un río, como los pájaros en el cielo, como el tráfico en una carretera, sin rechazarlos, sin bloquearlos, aceptando que esa emoción o ese pensamiento han aparecido, pero sin perseguirlo, sin alimentarlo con más imágenes, pensamientos o razonamientos. Es decir, los observaremos y los dejaremos pasar, sin rechazarlos como si fueran “malos”, sin perseguirlos como si fueran “verdad
     Pero ¿cómo es posible mirar y aceptar sin juicios ni expectativas un dolor crónico, o un dolor lancinante como el que se sufre en algunos cánceres u otras enfermedades? A veces el dolor es tan tremendo que realmente resulta muy difícil, es verdad. Es muy difícil aceptarlo. Al no poder aceptar un dolor que es terrible podemos pasar al siguiente nivel de aceptación que es aceptar las emociones que sentimos con ese dolor: el rechazo, la rabia, la desesperación, el miedo… podemos observar esas emociones y aceptarlas. Y, al hacerlo, veremos cómo se irán suavizando y cómo un día, podemos mirar al dolor, por fuerte que sea, sin juicios, sin expectativas, con aceptación, observando, simplemente, la experiencia física de ese dolor, sin sufrimiento. 
     Y no es algo que diga yo, que aunque tenga dolor a veces, como todo ser vivo, desde luego no puedo quejarme, no padezco ninguna enfermedad grave ni ningún dolor crónico. Esta afirmación viene respaldada por estudios científicos que han explorado la reducción de la experiencia dolorosa con el uso del Mindfulness. Algunos de los artículos científicos y de los libros sobre Mindfulness y Dolor y Mindfulness y Cáncer que se están publicando, han sido escritos por profesionales y expertos en Mindfulness que han sufrido, ellos mismos, cáncer o experiencias intensas de dolor. Este es el caso de Elana Rosenbaum, que fue diagnosticada en 1995 de un linfoma. Elana era una psicoterapeuta y profesora de Mindfulness cuando descubrió que tenía que ser, tal y como ella enseñaba a los demás, “más que su enfermedad”. Su propia experiencia llevó a la creación de un programa de Mindfulness para transplantados de médula ósea, en el Centro Médico de Massachusetts. Durante 25 años ha estado enseñando Mindfulness y ha ayudado a multitud de pacientes con cáncer. Elana ha escrito dos

libros, (no traducidos al castellano): Here for Now: Living Well with Cancer Through Mindfulness

Elana Rosenbaum en la época de su enfermedad

(Aquí, por Ahora: Vivir Bien con Cáncer Gracias al Mindfulness) y Being Well, Even When You’re Sick (Estar Bien, Incluso Cuando Estás Enfermo). Tal y como ella misma cuenta, se prometió no sufrir y estar abierta a sus experiencias, buenas y malas, cada momento podía ser una oportunidad para encontrar ese lugar de calma en su interior. Afirma que no sólo ha cambiado su cuerpo, si no también sus percepciones, ser más consciente de su mortalidad le ha ayudado a apreciar y valorar más las relaciones, el amor y el trabajo transcendente, le ha ayudado a ser más amable con los demás y con ella misma.

     Como Elana podemos aprender del dolor cuando nos llegue. No podemos controlar todo lo que nos ocurre en la vida, pero podemos escoger nuestra actitud. Podemos ser más conscientes, podemos aceptar lo que vivimos o lo que sentimos, podemos ser más amables con nosotros mismos, descubriendo que el dolor nos puede hacer más sabios y compasivos, y no más temerosos ni más resentidos. 

     Como explica muy bien Eckhart Tolle en El Poder del Ahora
“Cuando te ocurra un desastre o algo vaya muy “mal” —enfermedades, incapacidad, pérdida del hogar, de la fortuna o de la identidad social, la ruptura de una relación íntima, la muerte o el sufrimiento de un ser querido, o la inminencia de tu propia muerte— has de saber que esa situación también tiene otro aspecto y que estás a sólo un paso de algo increíble: una transmutación alquímica completa del metal inferior del dolor y el sufrimiento en oro. Ese paso se llama rendición. 
No quiero decir que te sentirás feliz en esa situación. No será así. Pero el miedo y la pena se transmutarán en una paz interna y una serenidad que vienen de un lugar muy profundo: del No Manifestado mismo. (…) Comparada con ella, la felicidad es algo bastante superficial.”
     
Lo estás pensando y es cierto: No es fácil. Y para algunas personas en circunstancias realmente terribles puede ser muy difícil. Realmente difícil. Para que cueste un poco menos he realizado esta grabación. Con todo el deseo de aliviar, aunque sólo sea un poco, el sufrimiento de aquellas personas que padecen dolor. Aún con la grabación seguirá siendo difícil, lo sé. Pero a través de ella y con mi voz, cogeré tu mano y te acompañaré todo el tiempo. 
 
Ojalá te veas libre de dolor y sufrimiento.
Ojalá, cuando inevitablemente padezcas dolor, puedas liberarte del sufrimiento.
Ojalá las experiencias de dolor te hagan una persona más sabia y más compasiva.
Ojalá, aún cuando padezcas dolor, puedas encontrar esa Serenidad subyacente que hay en todas las personas, esa Luz que está también dentro de ti, y que te permite liberarte de las cadenas del miedo y de la rabia.  
Ojalá, estés donde estés, seas Feliz y Libre. 
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