Dicen que la alegría compartida es doble alegría. Quizá el conocimiento compartido sea también doble conocimiento. Al menos, yo aprendo con cada curso que doy, y aprendo de los compañeros y compañeras que vienen a aprender conmigo. Y sé que no soy nada original al decir esto, es algo que han dicho también todo profesor que enseña. Y es que el cerebro humano se construye, crece y cambia con el intercambio con los demás, y creo que no sólo el cerebro, también nuestro corazón crece y se ensancha en el intercambio. Este fin de semana pasado he impartido otro Curso Inicial de Integración del Ciclo Vital en Madrid. El hecho de que haya salido bien, de que la organización de Andrea Märtens y su ayuda, junto con la de Kevin Lluch, haya sido perfecta (gracias a los dos), es sólo un aspecto, un detalle… Las profesionales que asistieron al curso (en esta ocasión éramos todas chicas, salvo Kevin), todas unas profesionales maravillosas con una extraordinaria capacidad de aprendizaje. Pero cuando me siento en el coche, agotada y contenta, al acabar el curso, no son los objetivos cumplidos lo que más me alegra, que hayan salido las cosas bien, o que haya sido más o menos fluido… Lo que siempre me produce más felicidad y satisfacción es la calidad y la calidez humana, la implicación, las sonrisas, los abrazos sinceros, los agradecimientos mutuos, también sinceros, el intercambio de emails de las compañeras para seguir en contacto… Es el factor humano, del corazón, no el meramente intelectual, el que más disfruto. Muchas gracias a todas y todos. Realmente ha sido un placer conoceros.
 
 
 
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