En 1972 el Psicólogo Walter Mischel realizó un experimento, que a primera vista puede parecer bastante tonto para muchos, pero que tendría más importancia de la que él mismo pensaba en un principio. Posteriormente muchos otros investigadores han repetido este mismo experimento, en muchos otros lugares y países, con los mismos resultados. Mischel quería investigar la capacidad de los niños pequeños para controlar sus impulsos, su fuerza de voluntad y de autocontrol. En una guardería, con niños y niñas de cuatro años de edad, les dieron a escoger entre varios tipos de chuches o dulces. Cada niño escogía la chuche que más le gustaba y le decían: “Puedes tener una de estas chuches ahora, o dos como esta si esperas quince minutos. Yo voy a salir de la habitación y te vas a quedar aquí, si cuando regrese no te has comido la chuche, te daré otra igual.” Unos pocos niños se comían la chuche nada más salir de la habitación. Otros intentaban esperar, distraerse, daban vueltas, miraban a otro lado, se contaban cosas, se tiraban de las coletas, se tapaban los ojos, o acariciaban la chuche como si fuera un peluche… algunos finalmente no aguantaban más y se comían la golosina. Pero uno de cada tres niños logró aguantar los quince minutos.  

16 años después, al hablar Mischel con sus hijas, que formaron parte del experimento al estar en la guardería dónde éste se realizó, se dio cuenta de que había diferencias interesantes en lo que había pasado en el tiempo entre los niños que habían logrado esperar y los que no. En 1988 y en 1990 publicó los resultados de su seguimiento, en el que se veía que los niños que habían logrado esperar tenían mejores resultados académicos, más éxito social, mejor regulación emocional y en general eran más competetentes que los niños que no habían logrado esperar. 
Estudios realizados posteriormente han comprobado diferencias en la Corteza Prefrontal y Cuerpo Estriado Ventral. El Cuerpo Estriado Ventral está relacionado en múltiples investigaciones con el comportamiento adictivo. La Corteza Prefrontal, que está justo detrás de nuestra frente y sobre nuestros ojos, tiene diversas funciones, entre ellas de regulación emocional y control de los impulsos. 
La capacidad para retrasar el obtener un placer o un bien ahora a cambio de obtener un mayor bien pasado un tiempo es una capacidad exclusivamente humana que ningún otro animal posee. Aunque hay niños que tienen esa capacidad más desarrollada de forma más natural, también es algo que se puede potenciar por medio de la educación. Los niños nacidos de madres alcohólicas, por ejemplo, tienen más dificultad de autocontrol, pues su corteza prefrontal sufre un desarrollo más lento. 
El psicólogo Daniel Goleman relaciona la capacidad de autocontrol, de aplazar el placer, con la inteligencia emocional, y la capacidad de autocontrol predice el éxito en la vida con mucha mayor seguridad que el Cociente Intelectual. 
Sólo hay que echar un vistazo general al endeudamiento de los países y nos damos cuenta que esa capacidad de autocontrol no es algo que nuestra sociedad promueva. Cuando ya no somos niños, nuestras tentaciones serán otras, ¿Puedo sentarme y estudiar con tiempo este examen en lugar de ver la televisión, ir al cine o salir con mis amigos? ¿O dejo el estudio de los exámenes para dos días antes? ¿Somos capaces de retener nuestros deseos de comprar algo y ahorrar lo suficiente? ¿Puedo retener el impulso de gritarle a mi pareja o a mi hermano o a mi hijo cuando algo me ha enfadado?  
Os adjunto dos vídeos muy divertidos de Joachim de Posada explicando el experimento. Uno de ellos está en español (el que está al comienzo de la entrada), lo podéis encontrar también en YouTube, el otro aunque está en inglés está subtitulado en español. Seguro que, además de aprender, os reís, porque «el conocimiento con una sonrisa entra mucho mejor». 
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