Sonreír, ser Amable, estar de buen humor, apreciar la Belleza de la Vida es siempre más fácil cuando las cosas nos van bien. Sin embargo, no siempre van bien. A veces van mal. A veces van terriblemente mal. A veces las cosas van tan mal que creemos que ya no pueden ir peor (lo que no suele ser verdad, las cosas siempre pueden ir aún peor). Entonces, cuando las cosas están difíciles, cuando enfermamos, cuando alguien querido muere, cuando no llegamos a fin de mes, cuando no conseguimos nuestros objetivos, cuando los que creíamos amigos resulta que no lo son, cuando nuestra pareja nos deja después de años de relación, entonces nos quejamos con amargura y resentimiento diciendo: la Vida es Injusta
     Y, lógicamente, a la Vida le da igual, porque la Vida no es ninguna persona, por más que nos empeñemos en personificarla. No tiene personalidad, ni carácter, ni caprichos. La Vida no puede ser injusta. La Vida Es. ¿Qué forma tiene la Vida? No tiene ninguna, como la Conciencia o el Ser, pertenece al mundo de la No-Forma. Intentamos atrapar con una palabra, con un concepto, algo que no es atrapable. La Vida no tiene forma y está, al mismo tiempo, en todas las formas. La Vida es y está Siempre. Se manifiesta en millones y millones de formas distintas, siempre cambiantes, siempre evolucionando, que nacen y mueren constantemente. Mientras la Vida permanece siempre. Continua siempre. 
     Al fin y al cabo cuando utilizamos el argumento de que la vida es injusta estamos, simplemente, engordando nuestro ego, diciendo “yo sé hacerlo mejor que la Vida, yo sabría cómo tendrían que ser las cosas, cómo tienen que funcionar”. Párate un momento y mira a tu alrededor. Observa todo lo que la Vida ha creado, desde las minúsculas formas de vida unicelulares, hasta la complejidad de un cuerpo animal, o del nuestro propio. Observa el equilibrio y perfección de la Tierra (antes de que nosotros la llenáramos de basura, pero ése es otro tema). Observa la maravilla del Sistema Solar, de otros Sistemas Solares, de las Galaxias, del Universo. ¿Eres capaz de hacer eso? ¿De crear algo remotamente semejante? (Cuidado: No estoy hablando de Dios, ni de ninguna Religión, sino de la Vida, creas en lo que creas). Bien, pues cuando seas capaz de crear algo, aunque sea parecido a lo que la Vida ha creado, entonces le discutes a la Vida que tú sabes hacerlo mejor que ella.
     Con nuestra compulsión obsesiva de juzgar y etiquetar todo, etiquetamos las cosas de buenas y malas. Incluso el tiempo: si hace sol, decimos que hace un buen día, si está nublado o llueve, decimos que hace un mal día. Hazte otra pregunta: ¿Podemos 45 millones de habitantes vivir en un país en el que siempre haya días buenos, en los que nunca esté nublado ni llueva? ¿Habría agricultura, alimento, para tantas personas sin días nublados, sin días de lluvia?
     Por eso no conviene catalogar las experiencias de buenas o malas. Bueno o malo son etiquetas de la mente y del ego, que busca siempre satisfacerse a sí mismo. A menudo cosas buenas resultan no serlo tanto al cabo del tiempo. Cosas malas resultan ser una bendición en el futuro. El novio o novia del que de repente nos enamoramos y nos hace felices, puede no resultar algo tan “positivo” si resulta que esa persona se aprovecha de nosotros y nos utiliza. El día que esa persona rompe con nosotros puede resultar, pasado el dolor, una de las mejores cosas que nos haya ocurrido. 
     Así que las experiencias no son buenas ni malas. A lo sumo podemos decir que son más fáciles o difíciles de asimilar. Pero las experiencias son siempre buenas, porque son lo que son, y pueden ser un medio extraordinario de aprendizaje y de conciencia que nos ayuden a ser personas más sabias y con más empatía. 
     Numerosos estudios psicológicos, desde la 2ª Guerra Mundial demuestran que las personas con menos síntomas depresivos y de TEPT (Trastorno de Estrés Post-Traumático), son aquellas con mayor Resiliencia, y que las personas resilientes tienden a pensar que pueden aprender de todo en la vida y que todo en la vida tiene un significado o un sentido, aunque ellos no lo comprendan en ese momento. 
     Obviamente esta actitud es una actitud de profunda confianza en la Vida. Con esa actitud no nos hacemos enemigos de la Vida ni del Presente. Lo abrazamos tal y como es, con todo su dolor y sus dificultades, con todos sus gozos y alegrías, buscando aprender y mejorar con la experiencia y confiando en que la experiencia tiene un sentido profundo, lo veamos o no. 
     Esta actitud es muy diferente de lo que la gente cree que es pensar en positivo, que imaginan como un pensamiento tipo infantil, casi mágico, del tipo no te preocupes, todo se arreglará. En este pensamiento positivo puede haber escondido un rechazo profundo a reconocer la experiencia difícil y dolorosa y a aceptar y abrazar las emociones que ésta despierte. En la actitud resiliente y autoconsciente la persona es consciente de las emociones y reacciones que la experiencia difícil genera en su mente y en su cuerpo. Es consciente del dolor y lo acepta. La persona llora cuando en la vida es momento de llorar y ríe cuando es momento de reír, abrazando plenamente ambos momentos… y dejándolos ir cuando ha llegado el momento de que cambien. 
     Cuando sentimos que la Vida es Injusta, no sólo proyectamos un pensamiento que es falso, sino que proyectamos rabia, odio y rechazo a la Vida. Y la Vida, como un eco, nos devuelve, rabia, odio y rechazo. No es nada personal. Es algo automático. 
     Eso no significa que proyectando Amor sólo nos vayan a ocurrir cosas agradables en la Vida. ¡Claro que no! Todas las personas, todos los animales, todas las plantas, todos los seres en el mundo físico están sujetos a los vaivenes y cambios del mundo de la forma, incluido el nacimiento, la enfermedad y la muerte. Pero si ante las dificultades y el dolor, lo vivimos, lo aceptamos, sin resistirnos, lograremos aprender de la experiencia y ser mejores personas, más sabias, más amables, más amorosas. Si ante las dificultades y el dolor, nos negamos a vivirlo, lo rechazamos, nos resistimos, nos peleamos y pataleamos, no aprenderemos nada de la experiencia, nos convertiremos en personas más amargadas, más aisladas, más solas, más apartadas. La elección es sólo nuestra. 
     Ante cada dificultad pregúntate: ¿Voy a pelearme con la Vida? ¿Voy a centrarme en la rabia de que la vida es injusta y de que yo tengo razón? ¿O voy a hacer amistad con el Ahora y voy a confiar en que todo tiene un sentido y que puedo aprender lo máximo de esta experiencia? ¿Voy a aceptar esta experiencia deseando que me haga una persona algo más sabia, algo mejor? Intenta que no sea mental, intenta que no sea un concepto en tu mente. Intenta VIVIRLO. 
     Si lo vives, paulatinamente cada día, independientemente de lo que pase, sentirás cada vez más Serenidad y Alegría. La Alegría inmensa de sentir La Vida. Porque tengas la edad que tengas, aunque estés cerca de los cien años y tu cuerpo esté cansado, muy cansado, la Vida la sentirás en ti siempre joven, inagotable, plena, alegre, serena y eterna. Y esa percepción, esa vivencia, marcará una diferencia abismal en tu experiencia personal e individual, única, de la Vida. 
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