No quiero recordar tu dolor, aunque al decirlo lo esté haciendo. Tú no pertenecías a la cultura del “pobrecito”, ni de la queja. Ahora, cuando se cruza por mi mente y corazón la punzada doliente de ver tu sufrimiento, me viene enseguida una imagen que mi mente ha construído: tú estás feliz, allí donde tú estás, y te pregunto: “¿Sufres, papi?”, y en vez de contestar: “Mucho”, como me dijiste cinco días antes de tu muerte, con esa sonrisa picarona que tenías, me dices: “Ni pizca”. 
Quiero recordarte en lo que más amaste en tu vida, y cuya pasión nos transmitiste. Tu amor infinito, tu pasión, por la Naturaleza y el Mar. Tú me enseñaste a nadar y nos enseñaste a caminar en la Naturaleza. Tú me quitaste el miedo al mar, cuando apenas era una bebé, cuando íbamos en el verano a Laredo con el tío Fael. Hacías agujeros en la arena, en los que me sentabas y llenabas de agua. Para cuando la arena había absorbido el agua, tú habías hecho otro agujero, más cerca de las olas, y me sentabas allí. Recuerdo cuando ya por fin empezaban a entrar las olas, y sentía miedo, pero tú me transmitías tanta calma que empecé a jugar. Luego me cogiste en tus brazos y me metiste en el agua, animándome con tu voz, ayudándome a hacerme amiga de esa inmensidad, siempre en movimiento. A ningún psicólogo, hoy en día, se le habría ocurrido una idea mejor. 
Tienes tres hijas que aman con pasión la Naturaleza, el Mar y nadar. Y eso te lo debemos a ti. Te debemos muchas otras cosas, claro está, pero tú nos has dado no sólo la fortaleza de carácter, la resistencia, el espíritu de trabajo, la honestidad, la honradez, sino también algo que constituye una de las mayores fuentes de placer en nuestras vidas. 
Y eso nos permitirá recrodarte siempre vinculado a ese placer, a ese disfrute, a esa pasión. 
Cuando yo ahora enseño a otros niños a nadar, sólo hago lo que tú me enseñaste, ¡Y tú sabes cómo disfruto con ello!
Parte del contrato de la vida es esto que llamamos muerte.  La vida sigue sus ciclos. Los campos de la Castilla en la que naciste seguirán cambiando de color con el cambio de las estaciones. Las olas del mar seguirán lamiendo la arena de las playas y deshaciendo las rocas con su embite constante. El cielo a veces será azul, otras, gris… Las estaciones seguirán su curso. Las Constelaciones seguirán girando en el cielo. Nosotros, hoy aquí presentes, desapareceremos también. Y otra gente, que no conocemos, y que ya no nos recordarán, amarán lo que ahora nosotros amamos, y lo mismo que tú amaste, el mismo mar, el mismo aire, los mismos campos, el mismo viento…
Pero antes de que eso ocurra, antes de que pasen tantos años que todos hayamos sido olvidados, nosotros, todos los aquí presentes, te recordaremos. Tu respiración se habrá hecho brisa, tu voz el murmullo del viento en las espigas, tu pisada el sonido de la lluvia, tu risa el canto de la fuente, y tu abrazo el abrazo del mar. 
Será imposible olvidarte, cuando nos enseñaste a amar la Naturaleza que está en todas partes y lo penetra todo. 
Siempre estarás en nuestros corazones. Te deseamos buen viaje, papi. Hasta que nos volvamos a ver. Mil besos.
 
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