A la mente le encanta la predicción del futuro. Y, con equilibrio y lógica, puede ser una herramienta útil para la vida cotidiana. Por ejemplo, si planto un bulbo de lirio, espero obtener una flor de lirio, y no anémonas. Es una predicción que funciona. Si tiene la temperatura adecuada, la tierra adecuada, humedad, abono, luz, etc., es decir, si se dan todas las condiciones necesarias, entonces puede ser que en primavera tenga lirios… o puede ser que el bulbo tuviera algún problema y no nazca ningún lirio. La anticipación se cumple si se dan todas las condiciones adecuadas… bulbo sano, temperatura, tierra humedad, abono, luz… 
Como con la planta con el resto de las cosas, si se dan todas las condiciones necesarias, se obtiene un determinado resultado. La dificultad se da porque la inmensa mayoría de las cosas no tienen una relación causa-efecto directa, han llegado a ser a través de la participación de múltiples causas, muchas más que en el sencillo ejemplo del bulbo. Y, por supuesto, no conocemos todas las causas que determinan un resultado y, para complicarlo aún más, podemos considerar que son causas cosas que han sido coetáneas por pura casualidad. Por ejemplo, una persona se pone mala con vómitos y diarreas después de probar una comida nueva —algo que puede ocurrir con frecuencia en los viajes a algunos países—, lo más probable es que la causa de esa enfermedad se deba al agua, pero aún así, si la persona vuelve a ver u oler esa comida le darán nauseas. Su cuerpo ha relacionado el nuevo sabor con el malestar(Este es un efecto conocido como Efecto García, debido al investigador norteamericano John García que descubrió este potente reflejo condicionado). Otras relaciones, sin embargo, las hacemos sin que tengan base ninguna: por ejemplo llega una persona nueva a la oficina y ese día coincide que se rompe el ordenador, y la persona interpreta que el nuevo compañero es gafe. No hay ninguna relación causa-efecto entre el nuevo empleado y el funcionamiento del ordenador (salvo que lo haya tirado al suelo), pero la mente puede hacer ese tipo de asociaciones.  
El problema es que nuestra mente tiene una tendencia enorme a vivir fuera del Ahora, a vivir en el Pasado o en el Futuro, y cuando se centra en el futuro, genera una compulsión dependiente y enfermiza hacia la anticipación continua de lo que va a ocurrir. La mente está continuamente activa proyectando películas de lo que vamos a hacer y de escenarios futuros. No tienen porqué ser escenarios de un futuro lejano, pueden ser escenarios del ‘futuro’ que consideramos más próximo: estamos conduciendo o caminando al supermercado y mentalmente estamos ya en el supermercado, y mientras estamos en el supermercado, mentalmente ya estamos en casa haciendo la comida; estamos haciendo una tarea en el trabajo y nuestra mente está en lo siguiente que tenemos que hacer; nos duchamos por la mañana y estamos pensando en lo que tenemos que hacer durante el día… imaginamos escenas y conversaciones, y de una película, como la televisión con los anuncios, la mente por asociación pasa a otra, y a otra, y a otra. 
Normalmente todo esto ocurre por debajo del nivel de la conciencia. La mayoría de las personas no son conscientes de que estas películas están proyectándose en su mente todo el tiempo. Como una persona dormida que no es consciente de que está soñando, no somos conscientes de la actividad de la mente. En esos momentos no estamos pensando, porque no es algo que estemos haciendo voluntariamente, estamos siendo pensados por el automatismo devorador de la mente, por una maquinaria que en lugar de ser herramienta, se ha convertido en dueña y señora. 
La mente anticipa continuamente, pero falla casi de continuo por varios motivos. Uno de ellos es que, tal y como acabo de comentar, no conocemos todos los factores que interaccionan para producir un determinado resultado. Otro motivo de fallos muy frecuentes, es que nunca tiene en cuenta los imprevistos que constantemente aparecen en el desarrollo de los acontecimientos. Por ejemplo, esta misma mañana yo había previsto la realización de ciertos trabajos… y, si bien, se han realizado, lo han hecho a un ritmo diferente del imaginado, debido a una llamada imprevista de una persona a la que no veía ni oía desde hacía años, y debido a la visita, también imprevista, de un vecino al que no veía desde hacía más de un año. Como dice Nisargadatta “lo inesperado no tiene más remedio que ocurrir mientras que lo que se anticipa puede no venir nunca”. Si, en una situación como esta, nuestra mente se aferra con rigidez al plan inicial, generamos estrés y tensión. Si nos abrimos a lo inesperado, con plena aceptación, las cosas se desarrollan, o no, y lo hacen al ritmo que la Vida va marcando. 
El otro motivo por el que la predicción falla tanto es que cuanta más actividad mental hay, más pensamientos negativos tenemos y, por lo tanto, más predicciones negativas (ya hablaré de esto en otro momento). A veces las predicciones no generan un sufrimiento demasiado grande, por ejemplo, la madre que avisa continuamente al niño que corre que se va a caer, y lo hace todos los días, 20 ó 30 veces, y un buen día el niño, como es normal en todos los niños, se cae, y entonces la madre dice “¿Ves? Ya te he avisado que te ibas a caer”, pero claro no se da cuenta que lo ha estado avisando durante varios días un total de 238 veces y que, por supuesto, acertar una vez de 238 no se puede considerar un gran logro. O como la persona anciana que siempre predice que ésas van a ser sus últimas navidades… hasta que lo son. Porque, claro, si siempre predecimos lo mismo, alguna vez puede que acertemos. Un reloj parado da la hora exacta dos veces al día. Es como si tuviéramos una app en el móvil de predicción del tiempo, y siempre predijera lluvia. Incluso en el desierto, alguna vez la predicción de la aplicación será correcta. 
De la misma manera, es como si tuviéramos una aplicación de predicción del futuro en nuestras cabezas, que no para de lanzar globos, sonidos, notificaciones y alertas, que nos anticipan ese futuro cercano o lejano. Y, sin embargo, tal y como nos recuerda Nisargadatta, a menudo esa anticipación no se cumple, mientras que lo inesperado es seguro que va a llegar. En algunas personas esta predicción de un futuro negativo se convierte en una compulsión que devora sus vidas. Es lo que ocurre en la ansiedad, en la que constantemente se están anticipando problemas y dificultades, o en la hipocondria, en la que la persona anticipa y cree tener enfermedades que su médico no encuentra. 
Te propongo un ejercicio que te puede resultar muy útil, observa la actividad de tu mente. Anota cada vez que tu mente esté imaginando un futuro —aunque sea de una escena que esperas tener dentro de media hora—, anota en un cuaderno la predicción. A veces serán predicciones corrientes, como imaginar qué vamos a hacer al llegar al trabajo. Otras serán predicciones que generarán una reacción más fuerte, como imaginar que padecemos una enfermedad, que vamos a tener un accidente, o que nos vamos a enamorar, o que nos va a tocar la lotería. No importa si la predicción genera emociones negativas o positivas, vamos a anotar la predicción y después si ha sido correcta o no. Ponemos una ✗ roja si no hemos acertado, y una señal de confirmación ✔︎, en verde o en azul, si la predicción ha sido correcta. Como la mente no tiene en cuenta lo imprevisto, es probable que una predicción tan simple como la de lo que vamos a hacer al llegar al trabajo, falle en algo. La idea es anotar toda predicción que haga la mente, genere emociones positivas o negativas, leves o intensas. Cuando lleves unas cuantas predicciones anotadas, averigua el porcentaje de aciertos de tu mente. Es probable que sea de un 10%, o menos. Cuanta más ansiedad tengas, más predicciones negativas hará tu mente, y menos porcentaje de acierto tendrás. Y una vez que tengas ese resultado, observa, ¿qué harías con una app de predicción del tiempo en tu móvil que acierte sólo el 10% de las veces? ¿La mantendrías o la desinstalarías? 
Ya sé que te estás haciendo una pregunta, ¿cómo desinstalo esta ‘aplicación’ de mi mente? Por un lado este ejercicio que te he propuesto ayudará a que la aplicación pierda el poder tan seductor que tiene sobre ti. El simple hecho de haber observado la actividad de la mente es, en sí mismo, un ejercicio muy eficaz —aunque difícil—, pues en lugar de colocar nuestra energía en los pensamientos, la colocamos en la parte observadora, en la Conciencia. Pero, además, este ejercicio te recoloca en el el Ahora: ¿Qué hay Ahora? ¿Esta actividad mental? Soy consciente de ella, la anoto. No hay nada que sea tan poderoso para desinstalar esa aplicación como permanecer en el Ahora. Observa tu mente, cada vez que se escapa hacia el pasado o hacia el futuro, vuélvela a traer, con amabilidad, pero con firmeza y con decisión, al Ahora. Algo tan simple como traerla a la respiración. Haz una, dos o tres respiraciones conscientes. Nota las sensaciones tactiles de tu cuerpo, lo que estén tocando tus manos, la sensación de la ropa, la temperatura, la posición de tu cuerpo… Nota los pequeños sonidos que se producen al hacer las cosas, o el sonido de tu propia respiración. Por ejemplo, ahora mismo, yo noto la sensación de mis dedos moviéndose sobre el teclado, la sensación tactil al tocar sucesivamente las teclas, el sonido de las teclas, el sonido de la bomba de calor, la posición de mi cuerpo sentado en la silla, la presión de las gafas encima de mis orejas y sobre mi nariz… y, por supuesto, la respiración, siempre la respiración. La sensación del cuerpo respirando. 
Plena conciencia en cada momento. Siempre. Viviendo continuamente en lo único que existe: el Ahora. 
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