Mi madre dice que la liberación de la mujer no fue poder trabajar, porque la mujer del campo ha trabajado siempre, su liberación fue la lavadora. Y creo que tiene razón. Aunque me gusta recordar cómo acompañaba a mi abuela a lavar las sábanas a la fuente del pueblo, y recuerdo como un impacto de una estética y belleza inigualable, como imagen de serenidad y luz, cuando ella sacudía la sábana, que caía blanca, brillando bajo la luz del sol, como un globo gigante, sobre el agua helada, hasta que el aire se escapaba, muy despacio, y la sábana se hundía definitivamente en aquél agua limpia. A nosotras, a las niñas, nos tocaba blanquear las sábanas. Ella las colocaba en el prado, enjabonadas, al sol, y nosotras las debíamos mantener húmedas, salpicando agua con un cubo, constantemente. Era divertido, era bucólico, era precioso… porque eras niña, era un juego, y era verano. No creo que me hubiera parecido bucólico tener que lavar la ropa en la fuente en invierno. Así que estoy de acuerdo con mi madre, la liberación de la mujer fue la lavadora. Es verdad que también ayudaron el frigorífico, los congeladores, la fregona, el friegaplatos, la aspiradora y otros inventos similares. Pero nada ahorra tanto tiempo y servilismo como la lavadora. 
     A la par que las lavadoras llegaban a las casas fueron llegando otras conquistas sociales. La mujer se fue incorporando a los trabajos, algo que había ocurrido ya en otros países a raíz de la necesidad forzada impuesta por la Segunda Guerra Mundial. El voto ya había sido conquistado, pero al trabajar, la mujer dispuso de su dinero, podía abrir cuentas bancarias, podía heredar de su propia familia, podía separarse y alimentar a sus hijos. Esa “liberación” ha traído cambios sociales y psicológicos y ha traído, también, una liberación del hombre que, a menudo, pasa totalmente desapercibida y es poco valorada. 
     “Los hombres no lloran” se le decía a los niños cuando lloraban desconsolados por algún motivo, y como no pueden ignorarse permanente los sentimientos, los niños aprendían a modelar su cerebro de forma tal que tuvieran la mínima conexión entre su Corteza Prefrontal (aquella parte que es consciente de lo que pasa en el resto del cerebro) y sus áreas emocionales, lo que les permitía no ser conscientes de lo que sentían. Se acostumbraron a expresar pensamientos y no sentimientos, y a la hora de expresar sus sentimientos el lenguaje se reducía a “me siento bien” o “me siento mal”
     Pero fue llegando la silenciosa liberación del hombre. Ya no estaba mal visto llorar y era posible expresar emociones. Para aquellos hombres con un cerebro un poco menos “macho”, más familiares, más emotivos, más verbales, más vinculados con el mundo emocional, poder expresarse libremente ha supuesto una verdadera liberación. Se les ve jugando con sus hijos, riendo con ellos, meciéndolos, cogiéndolos en brazos, cambiándoles los pañales. No se trata sólo de compartir las labores de la crianza. Para ellos es abrir la puerta del disfrute que se perdieron sus propios padres y abuelos y bisabuelos. El disfrute de poder jugar, descubrir el mundo, crecer, junto con sus pequeños. 
     Clint Eastwood representa en su evolución personal esta misma evolución y liberación social. De Harry el Sucio a Los Puentes de Madison, hay un abismo, una vida, en la que en un momento, decide dar el salto y cultivar cualidades diferentes. Al hombre, al macho, le está ahora permitido sentir, expresar, llorar, reír, y no sólo mascullar, ser el fuerte, el duro, y el que siempre soluciona los problemas. El hombre puede ahora, incluso, pedir ayuda. 
     ¡Qué gran liberación! Los niños educados en esta conexión con sus emociones, serán de adultos más capaces de sentir empatía, de ser altruistas y generosos, de pensar en los demás, y de proyectar, antes de tomar una decisión en sus vidas, qué consecuencias va a tener ésta sobre los otros (¡Qué necesidad tan grande para los políticos de hoy!). Un niño, un hombre conectado con sus emociones, siendo capaz de expresarlas, es más capaz de resolver conflictos, puede resolver diferencias en su relación de pareja, puede educar mejor, puede saber qué le ocurre cuando está en crisis, y encontrar una solución diferente a la juerga, o el engaño de su pareja, una salida tan frecuente para muchos hombres no conectados con sus emociones ni con su mundo interior. 
     ¿Que no has crecido en una familia en la que se te enseñara la conexión con tus emociones y cómo expresarlas? La mayoría de los hombres que ahora disfrutan esa liberación tampoco fueron educados de esa forma. No creo que lo fuera Clint Eastwood, tampoco. Tampoco las mujeres que se adelantaron en su liberación fueron educadas para trabajar o ser fuertes o ser independientes. Las mujeres que lucharon por el voto femenino fueron educadas en la obediencia y sumisión. Los hombres de esos tiempos fueron educados en solucionar problemas y no mostrar sus emociones. No es necesario que hagas aquello que te han enseñado. En un momento en tu vida puedes tomar la decisión de aprender a actuar, a ser, de otra forma, puedes tomar la decisión de modelar y cambiar tu cerebro. Y como éste es plástico, irá cambiando en la dirección que tú le hayas marcado. Te aseguro que el trabajo será duro y tendrás que esforzarte, pero la recompensa de tu liberación merecerá totalmente la pena. 
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