Es frecuente decir que el que da es el que más recibe y el que enseña es el que más aprende. Y es verdad, porque la sonrisa y el agradecimiento del que recibe, te llena, y porque al enseñar tienes que realizar un esfuerzo de comprensión y de esquematización que hace que el profesor sea, efectivamente, el que más aprenda. Pero en otras ocasiones el aprendizaje viene de forma tan directa que es como un brillo de luz sorpresivo. 
     Alba tiene sólo cinco años. Ella y su hermano mayor Sergio han conocido a un precioso perro, un bichón maltés, en casa de unos amigos y están encantados con la experiencia. Al día siguiente Sergio está chinchando a su hermana y le dice que la va a cambiar por Bubble (el perro), porque éste es más cariñoso. Yo digo que Bubble es muy cariñoso porque es un perro muy especial, no todos son así. Pero Alba dice pronunciando sus palabras muy despacio, pensándolas: “Bubble no es tan especial. Todas las personas y todos los animales somos especiales.” No tengo que decir que me dejó boquiabierta y que le dije que era cierto lo que decía y que, además, había dicho una cosa muy profunda. 
     Diréis que lo ha podido oír en algún lugar. Y es verdad. Pero también es cierto que si lo ha oído, también lo ha comprendido, y lo entiende perfectamente. 
     A veces nuestra Maestra tiene cinco años, y la tenemos que escuchar con toda atención. Su enseñanza es directa, franca y rápida, como un rayo de luz. 
     Yo procuraré que no se me olvide.
 
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