Me acerco a la playa en esa hora mágica del día, el sol se pone desplegando en el aire caliente de la tarde los colores más cálidos del espectro del arcoiris, rojos, naranjas, rosados… En la arena, las charcas de agua, reflejan como un espejo los tonos rosados y violáceos del cielo. En el extremo oriental el cielo se va cubriendo de color azul índigo. Se empiezan a encender algunas luces en el pueblo cercano. Mercurio y Venus ya se ven brillar en el cielo. Quisiera captar la belleza de este momento con mi cámara. No soy una fotógrafa profesional pero sé lo suficiente como para conocer que ninguna cámara puede captar con nitidez una escena con poca luz, así que estabilizo la cámara con el trípode y escojo el encuadre buscando la composición deseada. Abro lo suficiente el diafragma y escojo una baja velocidad de obturación para captar la escasa luz, y utilizo un disparo retardado (o un disparador remoto) para que la vibración de mi mano no mueva la fotografía al apretar el pulsador.
     No puedo encontrar mejor símbolo para representar lo que necesita hacer nuestra mente para poder captar la realidad con la mayor objetividad, realidad y belleza posible, igual que una cámara. En una entrada anterior, La Mente Enmarañada (http://linkcerebromente.blogspot.com.es/2013/04/la-mente-enmaranada.html) expliqué la importancia de estabilizar nuestra mente por medio del Mindfulness (u otras estrategias) para poder tener objetividad. No soy la primera en utilizar el símbolo de la cámara y el trípode. Daniel Siegel en su libro Mindsight habla del trípode de reflexión de la mente, cada pata representando una cualidad: apertura, observación y objetividad. Personalmente, y sin ánimo de corregir a Daniel Siegel (el símbolo en sí es fantástico), lo veo de una manera algo diferente. 

     Para mí el trípode representa la estabilidad que la mente necesita, aquietándola del exceso de actividad mental caótica y sin objetivo, tal y como lo expliqué en La Mente Enmarañada. La apertura del objetivo representa la apertura mental, de la que vamos a hablar hoy. La velocidad lenta representa el control del tiempo de latencia, es decir poder enlentecer el tiempo que transcurre entre que aparece un estímulo (por ejemplo, alguien nos insulta), el surgimiento de la emoción que aparece como respuesta al estímulo (rabia, humillación o impotencia), y el tiempo que tarda en aparecer la conducta que emitimos como respuesta a esa emoción (insultando, pegando, denunciando, o escondiéndonos… o pasando); cuánto más lento sea ese tiempo, cuanta más largo el tiempo de latencia, más posibilidades tendremos de controlar la emoción y la conducta. Y el disparador remoto representa la capacidad de auto-observación, que nos permite distanciarnos de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y emociones, para observarlos con la mayor objetividad posible, para monitorizar lo que ocurre en nuestra mente. 

     La apertura significa que nuestra postura es receptiva, que estamos (valga la redundancia) abiertos, que no nos aferramos a ideas preconcebidas sobre lo que las cosas deberían ser. Dejamos a un lado las expectativas, lo que creemos y esperamos que deberíamos conseguir y tener, lo que pensamos que es nuestro derecho obtener, y recibimos las cosas tal y como son, sin intentar forzar que sean como nosotros queremos que sean. La apertura mental nos permite identificar cuándo estamos enjuiciando, nos permite reconocer la rigidez que el juicio implica y liberarnos de esa presión.  

     Una idea preconcebida es una idea que tenemos, normalmente tomada de nuestra cultura, educación o de otras personas, que sostenemos y en la que creemos sin juicio crítico, sin tener en cuenta los datos de la experiencia. Aferrarse a ideas preconcebidas es un gran obstáculo en el descubrimiento de cómo es la realidad, la nuestra interior, la de los otros, la del mundo. Frases tan repetidas como la vida es injusta, todos los hombres son iguales (o todas las mujeres son iguales), el amor dura unos años luego se acaba, el poder corrompe, el que nace lechón muere cochino… son ideas preconcebidas que repetimos sin plantearnos si son verdad o no. Las ideas preconcebidas sobre el mundo nos hacen pensar esto debería ser así, lo que va a llevar, lógicamente, a la discusión pues el así de cada persona va a ser diferente. Tomar conciencia de cuándo una afirmación que hacemos es una creencia o es un hecho constatado o es algo sobre lo que no sabemos nos ayudará a pararnos, abrirnos y empezar a escuchar. Todos tenemos creencias. Todos. No conocemos la verdad y la realidad sobre todo, así que todos albergamos creencias. Lo importante es darse cuenta cuándo una de nuestras creencias choca con la realidad, con la evidencia, o con lo que la ciencia ha descubierto hasta ahora, pero dándonos cuenta, igualmente, de que lo que no haya descubierto aún la ciencia no quiere decir que no sea cierto, quiere decir que aún no se ha descubierto, quizá ni siquiera se ha estudiado. 
     Las expectativas es algo que puede cerrar, también, nuestra mente, nuestra capacidad de percibir cómo es la realidad. Las expectativas hacen referencia a algo que esperamos conseguir y tener, a veces, algo que consideramos que es nuestro derecho. Pero el que deseemos algo, el que lo consideremos nuestro “derecho”, no quiere decir que lo sea, o que la “vida” nos lo vaya a dar. Y ahí vienen muchos problemas. Podemos tener la expectativa de tener una vida larga, una vida feliz, una vida con dinero, de tener hijos que tengan unas características concretas, o tenerlos, o no tenerlos, de tener una casa, de tener un tipo de trabajo, de vivir en un sitio concreto… Puede que trabajemos duramente para lograr esas expectativas, o puede que no y que esperemos que nos lleguen lo más suavemente posible, sin esfuerzo y sin trabajo. Sea como sea, todos tenemos expectativas. La diferencia estará en qué grado de apego tenemos a nuestras expectativas. Expectativas tenemos que tener, porque tenemos que tener un objetivo hacia el que dirigirnos. Tendremos que trabajar o que modificar nuestra conducta para acercarnos a esa expectativa. Ahora bien, logremos o no nuestras expectativas, es importante liberarse del apego hacia ellas, aprender a ver las cosas como son y a aceptarlas. 
     Y, por último, la apertura mental nos permite identificar cuándo estamos enjuiciando. Lo normal es que lo hagamos constantemente, casi sin darnos cuenta. Esto lo ha hecho muy bien, qué bonita tiene la casa, qué mal gusto tiene vistiendo, yo creo que se equivoca, ha tomado esta decisión y yo creo que ha hecho muy bien, son unos perro-flautas, es muy estirado… Bien porque nuestro juicio sea positivo o negativo, enjuiciamos. Vemos la vida y las decisiones de otras personas desde nuestro punto de vista (tampoco las podemos ver desde otro punto de vista, salvo que nos salgamos de nosotros mismos), y dictamos sentencia. El problema es cuando el juicio va acompañado de rigidez y rechazo, cuando pensamos que yo estoy en lo cierto y estás claramente equivocado. Entonces no escuchamos. Cuando escuchamos, cuando nos abrimos, podemos ver con flexibilidad y comprensión que cada persona tiene su vida y toma sus decisiones, y que incluso cuando el tiempo demuestra que nos hemos equivocado, podemos verlo como una experiencia más, como un aprendizaje valorizando, así nuestro tropezón, aprendiendo de él. 
     El mundo es un lugar vasto e impresionante. Las vidas humanas están llenas de matices, emociones, pensamientos, experiencias, sufrimiento y alegrías, esfuerzos y derrotas. La luz que nos permite ver y apreciar todos estos matices está oscurecida y empañada por nuestras propias emociones y pensamientos. Empecemos por dos pasos iniciales para intentar ver y captar esa realidad, del mundo y la humana: estabilidad y apertura mental. Cuando lo hagamos, quizá se alivie parte del sufrimiento que nos produce nuestro propio cierre mental, y seremos capaces de ver al otro ser humano que camina a nuestro lado, cogerle la mano y apretársela con comprensión. Cada uno seguiremos después nuestro camino, pero habremos marcado una diferencia: sabremos que no estamos solos, y aquél a quien cogimos la mano también sabrá que no camina solo.

 


Ejercicio de Mindfulness que tiene como objetivo fortalecer la Apertura Mental.

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