Estás tumbado sobre la arena de la playa, hace sol, pero no es verano, no quema. La playa está desierta o casi desierta. Sientes el sol calentar suavemente tu piel, y escuchas el rumor incesante de las olas. Tu cuerpo se afloja y se relaja. A veces, algún pensamiento cruza tu mente, pero no demasiados. Si alguien te pregunta: ¿En qué piensas? Es probable que respondas: ¡En nada!.
Caminas por un bosque, solo, en silencio. Escuchas tus pasos al caminar y tu propia respiración. Hay un poco de viento. Te detienes. Escuchas el silencio y el viento en los árboles. Miras hacia arriba escuchando. Tu mente se detiene. No piensas en nada. Aunque sea durante el breve lapso de unos segundos o unos minutos, estás en calma, con tu mente en silencio, escuchando el viento en los árboles.
Es verano y entras en el mar, tú sola. El agua está tranquila y transparente. El sol brilla sobre el agua creando reflejos que se mueven sin cesar, siempre cambiantes. Miras tus manos y tus pies dentro del agua. Te maravilla la refracción que produce el agua y la miras. Ves los reflejos del sol en el agua siempre moviéndose, en el vaivén de las suaves olas, y te quedas, aquí, también hechizada, mirando. Con la mente en silencio, muy en silencio. Serena y feliz. Te zambulles en el agua, y en ese instante en que tu cuerpo entra en el mar, y te sumerges en el silencio, sientes un culmen de serenidad y felicidad.
Ha sido un día cálido y soleado. Estás en el campo, en la playa, o quizá en la ciudad, en algún punto alto y con vistas. Está anocheciendo. El sol desciende hacia el horizonte mientras el cielo se llena de rojos, dorados, naranjas, azules y violetas. El aire caliente sube desde la tierra haciendo que el sol parezca enorme. De vez en cuando algún ave pasa volando delante del sol, o quizá una persona camina hacia el horizonte, como si fuera a entrar en el mismísimo astro ardiente. El mar, las olas, se tiñen de rojo y oro. Si estás en el campo, las aves cantan despidiéndose del sol, avisándose aquí y allá, unos y otros, acercándose a sus nidos, refugiándose, despidiéndose. En el lado este del horizonte, la noche avanza y el cielo adquiere un tono añil aterciopelado, envolvente y suave, mientras empiezan a brillar las primeras estrellas. Simplemente miras. Simplemente eres. De nuevo tu mente en completo silencio. De nuevo en completa calma, serenidad y asombro.
Está lloviendo, el cielo lleno de nubes de gris plomizo, el suelo empapado, los árboles y los montes recién lavados. Escuchamos el sonido de la lluvia. Nos calma, nos relaja. Nuestra mente empieza a hacerse más lenta. De vez en cuando cruza algún pensamiento, pero pocos, lentos. Y entonces ocurre: entre las nubes se abre paso un rayo de sol y se dibuja un arcoiris inmenso en el cielo. Quizá comienza en la colina vecina, o parece comenzar en los tejados de la calle de enfrente… Miramos esa luz-color hechizados. Sí hay pensamientos por nuestra mente, pero son sólo: ¡mira, mira, un arcoiris!.
Es de noche, no hay luna, y el cielo está limpio y despejado, sin el más mínimo rastro de una nube. La población más cercana está lejos. Estamos en medio de la naturaleza sin que ninguna farola pueda alterar la percepción de la noche ni el brillo titilante de las estrellas. Miramos el cielo y nos quedamos asombrados mirando los millones de estrellas. Vemos el rastro lechoso de la Vía Láctea cubrir el cielo. Percibimos la inmensidad del Universo, y nuestra mente, otra vez, se queda en silencio. Nos sentimos serenos y felices, maravillados, como si todo ese espacio estuviera también dentro de nosotros.
Hace frío. Estamos delante de una chimenea, absortos, mirando la danza de las llamas, moverse sin cesar. El crepitar del fuego. Sólo recordarlo calma, da paz. Si, en esos momentos en los que el tiempo se detiene, mirando el fuego, siendo uno con el fuego, alguien nos preguntara otra vez ¿en qué piensas? Casi con toda seguridad responderíamos de nuevo: ¡En nada!. Y si nos preguntara ¿Y cómo te sientes? Diríamos: “Bien, muy bien, serena, feliz”.
Porque en todas estas escenas, eso es lo que calma. Que nuestra mente no piensa, que durante un momento, se queda en silencio. La cháchara mental constante se ha parado. ¿Siempre has creído que era difícil, o quizá imposible, parar la mente? No, no es imposible. De hecho, viendo estos ejemplos no parece tan difícil. Pero sí podríamos decir que, en las situaciones descritas, hay algunas características que hacen que sea más fácil conseguir ese estado de serenidad, de silencio mental. En primer lugar, estar solos, o con alguien que respete nuestro silencio. Si estamos con un grupo de gente, o hablamos, se activa nuestra mente y se hace más difícil, por no decir imposible, tener este tipo de experiencia. Y, en segundo lugar, son todas sensaciones que, estando dentro del mundo de la forma, se acercan al mundo de la no-forma. El rumor de las olas, la lluvia o el viento en los árboles, son sonidos que se parecen un poco al ruido blanco, un sonido “sin forma”, por así decirlo. Los reflejos del sol en el agua que se mueve, tienen forma, pero, como la llama del fuego, es cambiante y no definida. Los colores del anochecer, o los del arcoiris, y especialmente la luz de la atmósfera, tan difícil de captar por una cámara, son pura energía, sin ninguna forma concreta. En la noche estrellada, no es sólo la forma de las estrellas lo que maravilla, sino la sensación de espacio inmenso, sin forma.
Y es que, cuando dentro del mundo de la forma nos acercamos al mundo de la no-forma, y permanecemos en silencio, es más fácil que nuestra mente se quede, ella también, en silencio y es entonces cuando podemos entrar en contacto con lo que realmente somos, con nuestra verdadera naturaleza, que no es angustiada ni desesperada, sino Serena y Feliz.
¿Quieres tener un acceso más continuo a esa mente serena y feliz? Entonces practica la meditación, o el Mindfulness, o como quieras llamarlo, pero no sólo durante el rato de la meditación, si no la Atención Plena (eso es lo que significa Mindfulness) durante todo el día, en todas tus actividades. Observa tu mente, observa los pensamientos y no los persigas, no los alimentes, déjalos pasar. No hace falta que pensemos tanto, todo el tiempo… Hay muchas situaciones cotidianas en las que no es necesario pensar, y en las que puedes dejar tu mente en silencio, sin forzar, simplemente centrándote, con plena conciencia en lo que estás haciendo: si te lavas las manos, sientes el agua, el jabón, el tacto, la temperatura…, si estás comiendo sientes el sabor de la comida, el aroma, los colores, tu cuerpo…
La mente es una herramienta muy útil, pero no hace falta que estemos pensando todo el día y que estemos pensando lo mismo, uno y otra vez, porque sí, la mayor parte de las horas, la mayor parte de los días, pensamos lo mismo, una vez, y otra vez, y otra, y otra, y otra…
Por supuesto que tu ego, identificado con la actividad mental y acostumbrado a hacer lo que le dé la gana, protestará. Te dirá es importante que pienses en esto ahora. Pero seguramente no es así. Pensamos, al cabo del día muchas cosas que no tienen importancia o que no llevan a ninguna solución práctica de ningún asunto, aunque éste sea importante. Imaginamos conversaciones y situaciones que nunca se darán. Recreamos escenas del pasado que ya no existen. El ego intenta vivir en cualquier tiempo, pasado o futuro, siempre que no sea el Presente, siempre que no sea el Ahora, que es lo único que existe.
Así que observa tu mente, cuando no haga falta pensar, deja que el pensamiento pase. No te dejes arrastrar por la cháchara mental. Genera breves silencios en tu mente, muchas veces al día, cuantas más veces mejor. Al comienzo los silencios de la mente serán de apenas segundos, luego irán siendo de minutos. Y luego serán cada vez más largos. Descubrirás la paz y la calma que da de esta práctica. Descubrirás que tu mente será mucho más creativa cuando dejas que esté en silencio de vez en cuando. Y sabrás que lo estás haciendo bien, cuando notes que sientes cada vez más serenidad, cada vez más felicidad.
Lo que conseguías momentáneamente, en esos instantes de conexión con la Naturaleza, y quizá de forma muy potente, con el fuego de la chimenea (por eso yo lo llamo el “efecto chimenea”), empieza a hacerse más constante y presente en tu vida. Y entonces hay Paz, Serenidad y Dicha. Porque ésa es la auténtica naturaleza de nuestro Ser: Luminoso, Sereno, Feliz.
Gracias, Adela, por dejar tu comentario. Me alegro de que te haya sido fácil visualizarlo. Tú también lo describes muy bien "estar siendo visitada por el silencio". De alguna forma es "invitar" al Espacio y al Silencio dentro de nosotros… o mejor dicho, "tomar conciencia" del Espacio y el Silencio que hay dentro de nosotros.
Vengo practicando hace unos pocos años la meditación Mindfulness y ahora estoy realizando el programa de Entrenamiento en el Cultivo de la Compasión y me ha resultado muy fácil visualizar cada una de las escenas descritas. No he dejado de sentir esa sensación de estar siendo visitada por el silencio, aquí y ahora, mientras leía. Creo que has descrito a la perfección qué es estar presente y cómo tomar conciencia del "darse cuenta" de lo que ocurre en la mente y en el cuerpo en cada situación.
Gracias por esta entrada, que es un buen recurso para principiantes de cualquier edad. Feliz día.
Gracias, Marisa.
Gracias Yolanda, una vez más me siento bien cuando leo tu publicación.
Un abrazo.