La mente dice “ya sé que el dinero no da la felicidad… pero ayuda”,
y con eso sigue creyendo que el dinero da la felicidad. 
La mente dice que serás feliz cuando tengas trabajo,
o cuando cambies a un trabajo más adecuado para ti.
La mente dice que serás feliz cuando tengas pareja,
o cuando te separes de esta pareja,
o cuando encuentres otra pareja mejor.
La mente dice cuando no tienes hijos que serás feliz cuando los tengas,
y cuando los tiene la mente dice que son más felices quienes no los tienen.
La mente dice que serás feliz cuando tengas casa propia,
o cuando hagas algunos arreglos en la que tienes,
o cuando te cambies a una casa más grande, o mejor situada, o con vistas…
La mente dice que serás más feliz cuando estés de vacaciones,
cuando no tengas que trabajar, cuando no tengas que madrugar,
o cuando hagas ese viaje que tanto deseas.
La mente dice que serías más feliz si vivieras en un clima más fresco,
o más cálido, o más lluvioso, o más seco. 
La mente cree que existe un lugar perfecto en el que serías feliz.
 
La mente siempre cree que la felicidad está fuera de ti, 
fuera del alcance, o ahí a la vuelta de la esquina, en ese futuro con el que sueña. 
Rechaza con amargura el Ahora, el Presente, que es lo único que existe.
Pero el Futuro nunca llega, porque siempre es Ahora, 
y la mente sigue rechazando el Ahora al que mira con desconfianza y temor.
 
A veces parece que momentáneamente la mente encuentra felicidad y satisfacción,
para luego desvanecerse esa sensación como un espejismo en el calor del verano.
 
La felicidad no depende de lo que ocurre, siempre cambiante.
Las cosas, las personas, las experiencias, vienen y van. 
La felicidad es un corazón plenamente abierto, que disfruta de cada detalle,
de cada matiz, de cada recoveco de las experiencias cambiantes del Ahora. 
 
Como dice el poema chino:
 
“La gente es infeliz y vive desgraciada,
porque utiliza las cosas para deleitar su corazón,
en vez de utilizar su corazón para disfrutar de las cosas”.
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