La mente busca ir de una maravilla a la siguiente, sentirse hiperactivamente asombrada de un momento al otro. Incluso en la Naturaleza. La grandeza de la montaña, o la ola enorme, o el acantilado de 600 metros, la cascada de 300…
Sigue siendo consumo, consumo de la Naturaleza. Buscar en ella la satisfacción del vacío que no parece llenarse nunca.
En lugar de eso párate, siéntate. Cierra los ojos. Escucha los leves sonidos que hay en la Naturaleza, escucha el Silencio. Quédate un momento. Con plena atención, escuchando, sintiendo.
Abre los ojos. Percibe no sólo la grandeza, sino la Presencia de lo pequeño… el guijarro, la rama rota, la hoja caída y sin color, el diminuto insecto…
Nota tu respiración.
Nota la respiración de la Naturaleza.
Percibe el conjunto. Siente.
Nota el Espacio, el Vacío, el no-objeto, el no-árbol, la no-montaña. Nota lo invisible. No lo puedes ver, pero está ahí. Permite que todo sea.
Deja tu mente vacía. Abre el corazón.
Deja que la Naturaleza entre dentro de ti. Siéntela. Siente su Presencia, su Ser, su latido. No le pidas nada. Sólo siente.
Siente la Vida en la Naturaleza. La Vida en ti.
No hay diferencia. No hay fronteras.
Siente el Amor inundando el Espacio, llenando todo. Pura energía, pura Vida.
Eres esa Vida, ese Amor.
No te conformes con leerlo.
Compruébalo.
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