Tal y como vengo diciendo en las últimas semanas vivimos habitualmente en la azotea, en nuestras cabezas, en nuestros pensamientos y actividad mental continua. ¿El cuerpo? El cuerpo es un mero transporte de la cabeza. 
     Esta desconexión con nuestro cuerpo —el Dr. Daniel Siegel lo llamaría desconexión vertical— es tan grande que apenas si lo podemos sentir. Para mucha gente es frecuente que cuando empiezan a hacer Mindfulness y empiezan a orientar su conciencia a las diferentes partes de su cuerpo, no pueden sentirlo a menos que lo muevan. No pueden sentir las manos o los pies, por ejemplo, salvo que los muevan un poquito, o no pueden sentir las piernas o los brazos salvo que generen un poco de movimiento o de tensión. Así que si eso te ocurre, no te preocupes, no te ocurre nada extraño. Con la práctica, lógicamente, esta desconexión se salva, y la persona siente sin dificultad las diferentes partes de su cuerpo. Empieza a habitar su cuerpo por primera vez.
     Y el cuerpo lo agradece, y mejora. Porque todos sabemos que las casas abandonadas se deterioran mucho más rápido que las casas habitadas, y el cuerpo es, a menudo, como una casa abandonada a la que no hacemos caso y que se va deteriorando con nuestro abandono. 
     La atención es una energía muy grande. Prestar atención a algo o alguien es un regalo extraordinario. Como seres humanos necesitamos la atención, la conexión con los demás. Los bebés lloran en ocasiones, sin que les esté ocurriendo ‘nada’, simplemente porque necesitan atención, tan importante como el alimento físico o el sueño. Cuando van siendo mayores, aprenden que les prestamos más rápidamente atención si se portan mal que si se portan bien y, sin darnos cuenta, reforzamos, así, un mal comportamiento. Como adultos percibimos que lo peor que nos puede hacer alguien es ignorarnos… Prestarle una atención plena, completa, a alguien, es el mejor regalo que le podemos hacer. La persona florece, se abre, mientras está con alguien que le escucha con plena atención, y con una mente en silencio y un corazón abierto. 
     De igual forma nuestro cuerpo necesita nuestra atención. Pero no sólo en lo que se refiere a alimentación, ejercicio, sueño… que también, si no que le miremos, que le escuchemos, que le sintamos. Cuando lo hacemos, el cuerpo sonríe, se alegra, y esa energía le ayuda a re-equilibrarse. El mejor regalo que le podemos hacer a nuestro cuerpo es, también, una atención plena, sin pensamientos, sin juicios, sin críticas. 
     Es tan relajante prestar atención al cuerpo que al comienzo es normal dormirse. Puedes hacer este ejercicio en posición tumbada, boca arriba, con las piernas y los brazos un poco separados. Pero quizá te duermas al hacer el ejercicio. Así que será mejor que te sientes en una silla, con la espalda recta pero relajada, los pies planos en el suelo y las manos sobre las rodillas, sin tensión. 
     Si te cuesta sentir el cuerpo es probable que tengas la tentación de visualizarlo. Aunque la imagen vendrá inmediatamente porque nuestro cerebro es muy visual, céntrate en las sensaciones, no en la imagen. No te preocupes si al comienzo no sientes algunas partes de tu cuerpo, con la práctica te será cada vez más fácil. Si no lo sientes, al comienzo puedes utilizar el truco de mover o tensionar levemente la parte del cuerpo que no sientes. Eso te ayudará, y con la práctica, podrás sentir tu cuerpo sin dificultad, y sin necesidad de ninguna ayuda. 
     Es uno de los ejercicios más relajantes y agradables del Mindfulness, personalmente es uno de los que más me gustan. Numerosos estudios demuestran que la respuesta del sistema inmune de las personas que practican Mindfulness es más fuerte que la respuesta de las personas que no lo practican. Enferman menos, cogen menos gripes y en caso de caer enfermos, se recuperan antes, y en caso de hospitalización, como media, necesitan menos días de ingreso. 
     Y tantos beneficios haciendo algo tan sencillo como prestar un poco de atención a tu cuerpo, sentirlo, cada día.
    Haz este ejercicio una vez al día. Pero aparte de practicarlo una vez al día acostúmbrate a ser consciente, cada vez que tu conciencia está en la azotea, en tu mente, en los pensamientos, y cuando esto ocurra, baja al cuerpo, a las sensaciones en el cuerpo. Y hazlo no una vez al día, ni diez, ni cien veces al día. Hazlo mil, diez mil veces, las que sean necesarias. Siempre que te hayas subido a la cabeza, baja al cuerpo, baja a las sensaciones del cuerpo. 
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