Esta noticia me ha llegado con retraso, algo más de un año de retraso. Ni siquiera sé si salió en las noticias que, de todas maneras, no suelo ver. En las fechas en que la noticia tenía lugar yo estaba ocupada, acompañando a mi propio padre en su lecho de muerte. Hoy he sabido que David Servan-Schreiber, el neurocientífico cuya obra he seguido desde que leí su primer libro “Curación Emocional: Acabar con el Estrés, la Ansiedad y la Depresión sin Fármacos ni Psicoanálisis”, murió el verano pasado, a los 50 años de edad. El cáncer contra el que venía luchando desde hacía 20 años finalmente le venció. 
     David Servan-Schreiber era un joven investigador de 31 años que disfrutaba de su carrera científica cuando descubrió por casualidad un astrocitoma en su corteza prefrontal. Se operó pero el tumor regresó cinco años después. Se operó otra vez y siguió un tratamiento de quimio y radio. Buscando formas de controlar la recurrencia de la enfermedad, descubrió la importancia del ejercicio físico, la meditación, el yoga y la dieta y escribió el libro “Anticáncer: Una nueva forma de vida”, best-seller traducido a 36 lenguas. 
     En sus últimos meses de vida ha escrito un último y corto libro que le ha servido de testimonio. On Peut se Dire Au Revoir Plusieurs Fois (Podemos decir adiós varias veces), que ha sido traducido al español como “Hay Muchas Maneras de Decir Adiós” [voy a dejar a un lado la pregunta de por qué este libro cuesta 5’80 € en Francia,  9’50 € en Inglaterra, 12’11 € en EE.UU. (con tapa dura, eso sí) y ¡16’90 € en España! (con tapa blanda)]. 
     En este libro busca dentro de su alma la respuesta a muchas preguntas. Encontró que él no había seguido su propio consejo de llevar una vida serena y tranquila. Profesor de Psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, Cofundador en esta Universidad del Centro de Medicina Integrativa, introductor del EMDR en Francia, llevaba un estilo de vida y trabajo intensivo y exhaustivo con continuos viajes que le llevaban de una punta a otra del planeta. Siempre prometió que bajaría el ritmo, pero nunca lo hizo. “Mirando hacia atrás —escribió— mi error es más que obvio. No nos debemos agotar al extremo. Una de nuestras mejores defensas contra el cáncer es encontrar un lugar de paz interior. Nunca logré encontrar esa calma y hoy lo lamento”
     No hay cura milagrosa contra el cáncer, ninguna cirugía, ni quimioterapia, ni radioterapia ni tratamientos alternativos son exitosos al 100%. David Servan-Schreiber tenía medios y conocimientos y los utilizó para luchar contra este tercer ataque de su cáncer, escogiendo los tratamientos más punteros y eficaces. No lo logró. Dejó tres hijos, el mayor adolescente, la pequeña con seis meses de edad. Le dio tiempo de ver su último libro en las primeras listas de ventas en Francia, era una forma simbólica de vencer al cáncer. 
 
     Su hermano Emile escribe en el epílogo del libro “Se fue pacíficamente, escuchando la música que había escogido para este fin, pasó al otro lado mientras Daniel Barenboim tocaba el segundo movimiento del Concierto para Piano nº 23 de Mozart. 
     No tenía miedo a la muerte. Creía que le podía llevar a un reino de amor, a través del famoso túnel de luz que tan a menudo describen los que han tenido una experiencia cercana a la muerte.” 
 
     Que así sea. Por mi parte sólo puedo decirle gracias, gracias, gracias. Gracias por todo lo que ha dado a tanta gente y lo que a mí personalmente me ha aportado. Leeré su tercer y último libro con sumo cariño y respeto. El testimonio de aquellos que enfrentan sin miedo ese paso final que todos debemos hacer es algo que siempre me ha interesado. Ya lo tengo en mi iPad y en mi Kindle (soy de las que se pasó a los libros electrónicos, viendo que el saber SÍ ocupa lugar en tu casa, en tu despacho, en tu salón, y en tus mudanzas). Hoy mismo empiezo su lectura. 
 
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