Así podríamos resumir la enfermedad que corroe la vida y el corazón de mucha gente, las hace infelices y les ocasiona enfermedades mentales (depresión, fundamentalmente) y enfermedades físicas (debido al ataque a su sistema inmune de un sistema emocional constantemente en tensión). 
Si el DSM-IV (la “Biblia” que clasifica los trastornos psicológicos), reconoce el Trastorno de Ansiedad Generalizada, los Trastornos Depresivos, los Alimenticios, del Sueño, etc., no habla nada de este problema que, sin embargo, trae a muchas personas al sillón de la terapia. Lo podemos llamar Trastorno de Resentimiento Generalizado, aunque a mí me gusta más llamarlo TREn, Trastorno de Resentimiento Enquistado. 
Si hay un problema difícil de solucionar en terapia (y creo que con cualquier técnica terapéutica que escojamos), es el resentimiento (el TREn). Y es difícil de solucionar porque la persona siente que “tiene razón”. Tiene razón porque ha sufrido injusticias, porque le han hecho daño, porque ha sido engañada, o traicionada, o injuriada. A veces estas injusticias no son tan obvias al mirarlas con un ojo externo y objetivo, en otros casos son evidentes para cualquiera. Pero, sean o no tan evidentes, la persona se siente humillada, engañada o dañada de alguna forma, siente que tiene toda la razón al sentirse herida, y así, aferrándose a esa “razón”, no cesa en su resentimiento. Recuerdo una colega mía, la Dra. Carolina Garcés que me dijo en una ocasión que ella les da a escoger: “¿Tú quieres tener razón o ser feliz?”. Y es que, efectivamente, hay un punto en la terapia que la persona tiene que decidir, si decide ser feliz, tendrá que soltar el resentimiento (tendrá que bajarse de ese TREn), dejar el pasado en el pasado y aprender a vivir el presente (una actitud Mindfulness, de atención plena en la vida). Si decide que quiere tener razón, seguirá viviendo con su resentimiento, seguirá subida en ese TREn, le lleve donde le lleve, aunque sea al descarrilamiento. 
Son personas que se aferran a las imágenes, recuerdos, palabras de aquello que ha ocurrido o les han hecho (de ahí la palabra resentimiento, re-sentir, volver a sentir). Las repiten una y mil veces en su cabeza. Hacen referencia constantemente al daño sufrido, y cuando no dicen nada pueden estar pasando esa “película” otra vez en el proyector de su mente. ¿Y qué ocurre al hacer eso, aparte de que todos acaban hartos de oír siempre la misma historia? ¿Se desahogan las emociones? La verdad es que no. Lo que ocurre es lo mismo que si repetimos muchas, muchas veces, una canción, la cantamos, la tocamos en el piano o con la guitarra, la ensayamos diez veces, cien veces, mil veces… cuántas más veces la ensayemos mejor la sabremos y más automatizada estará. Las redes neuronales de nuestro cerebro que se encargan de la interpretación de esa canción estarán muy fortalecidas, será una vía de alta velocidad en nuestro cerebro. Lo mismo ocurre cuando la “canción” que repetimos es una historia del daño o dolor sufrido, repetimos las imágenes, los recuerdos, “lo que me dijiste, lo que te dije, lo que sentí”, todo eso se activa junto con las emociones, y se ensaya una vez, diez veces, cien veces, mil veces, diez mil veces… Eso hará que, incluso aunque escojamos ser felices y dejar atrás el resentimiento, nos llevará un tiempo generar otras conexiones de aceptación en nuestro cerebro, y que se vaya abandonando la “vía de alta velocidad del resentimiento”. ¿Cuánto tiempo necesitaremos? Eso dependerá de: a) cómo de plástico sea nuestro cerebro; b) otros factores de nuestro ambiente, como alimentación, sueño, apoyo social; y, c) cuántos años hemos mantenido ese resentimiento. 
Todas las emociones tienen una finalidad que favorece la acción para la supervivencia. La rabia tiene como finalidad defender nuestro pequeño espacio físico y psicológico en el mundo. El perro al que se acerca otro perro a quitarle el hueso lo defenderá y no se lo dejará coger. El niño al que otro niño quita un juguete en la guardería se defenderá dándole un empujón o pegándole un mordisco. Cuando somos adultos nos defenderemos con nuestras palabras, o con nuestras acciones legales. Una vez realizada nuestra defensa, una vez defendido nuestro espacio físico y psicológico en el mundo, la rabia ya no tiene sentido. El resentimiento se da cuando la persona no ha defendido su sitio, no ha expresado su rabia, y ésta se enquista y permanece. 
¿Qué hacer? Defiende tu espacio en el mundo, utiliza la rabia de forma positiva y asertiva. Cuando no te haya salido bien, porque ha sido desproporcionada, inadecuada, o escasa. Ensaya mentalmente cómo te hubiera gustado reaccionar, qué te hubiera gustado hacer o decir. No como una obsesión, sino como un ensayo, como una obra de teatro. 
¿Es el mundo injusto? El mundo es mundo. Es un sistema de vida depredador, en toda la tierra y en todos los seres vivos que habitan sobre ella. Y el ser humano ha alcanzado siete mil millones de habitantes sobre el planeta porque es el mayor depredador de todos. Así que, reflexiona, acepta el mundo tal y como es, con sus leyes, aprende a defender tu posición, y una vez el evento ha pasado, déjalo en el pasado y vive el presente. Mientras te lamentas por lo que perdiste hace meses o años, pierdes la oportunidad que tienes delante. 
Me ha maltratado, me ha golpeado, me ha derrotado, me ha robado”. En las personas que albergan tales pensamientos el odio no cesa jamás.
“Me ha maltratado, me ha golpeado, me ha derrotado, me ha robado”. Las personas que no albergan tales pensamientos se liberan del odio.
El odio nunca cesa con el odio, sólo cesa con el amor. Esta es una verdad eterna.
(Dhammapada, Budha).
(Para saber más sobre la importancia de la repetición en el cerebro ver la entrada “No hay aprendizaje sin repetición” de mi otro blog: http://integracionciclovital.blogspot.com).
 
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