Concha ha cumplido 70 años. Para celebrarlo invitó a sus familiares y amigos a un precioso restaurante en una Carmen típico (casa con huerto y jardín) del Albaicín de Granada. La conversación amena, la ocasión celebrada, los jardines en terrazas (en paratas dicen aquí), la casa-restaurante llena de antigüedades y de obras de arte, el buen vino cosechado por ellos mismos, la música tocada por un guitarrista y dos violinistas, y la excelente comida, todo en conjunto, hizo que la ocasión fuera única. En resumen, de esos momentos, que al disfrutarlos, te baja el estrés, el colesterol y las contracturas de la espalda. De esos momentos especiales y “eternos”, porque en ellos se pierde la noción del paso del tiempo, que alargan la vida de nuestro corazón, como comentaba otro día en la entrada sobre el vino. (Ver entrada “¿En serio que es el vino?”)
Concha es una extraordinaria mujer, llena de vitalidad y entusiasmo por la vida, culta, sabia, que ha sabido crear en su corazón espacios y habitaciones para todos sus amigos. Concha disfruta de buenas amistades, no sólo de esas que te acompañan cuando llega el momento de reír y de compartir una copa de vino. Sino de aquellos que también están contigo en los momentos difíciles, cuando apoyarse en alguien hace más fácil la dureza de esa etapa de la vida. Amigos que saben conversar y escuchar, que saben pensar y ver distintos puntos de vista, que están deseosos, como ella misma, de aprender, de compartir, de dar y recibir sabiduría y cariño… 
La habilidad que tiene Concha para generar buenas amistades me hizo recordar lo escaso que es este valor en nuestros tiempos…  John Medina en su libro Brain Rules for Baby comenta una anécdota que ilustra lo que ocurre ahora. La hija de nueve años de una socióloga invitó a varias de sus amigas a pasar la noche en su casa. La madre estaba encantada acordándose de cuando ella era pequeña y de lo divertido que era. Hablar sin parar, risas, tirarse almohadas, y contarse secretos hasta altas horas de la mañana. Pero nada de eso ocurrió. En lugar de comportarse entre ellas como niñas de nueve años, socialmente parecían tener cuatro,  malinterpretaron las claves no verbales de las amigas y se produjeron varios malentendidos. A la media hora de comenzar la fiesta las niñas habían sacado sus móviles y estaban enviando mensajes y fotos a las otras amigas que no estaban allí. A las 2 de la mañana, en lugar de los cuchicheos que ella esperaba oír en la habitación de las niñas, todo estaba en silencio y sólo se veía la pantalla luminosa de algún móvil que aún estaba encendido. 
No creo que esas niñas, cuando lleguen a los 70 años reúnan tantos amigos a su alrededor como hizo Concha. O, si lo hacen, volverán a repetir un patrón similar con los aparatos que haya entonces. 
Afortunadamente para Concha y sus amigos, pudimos disfrutar de una maravillosa velada a la antigua usanza. Jardines, buena música, buen vino, buena comida, buena conversación, buenos amigos… No sé si esto alargará la vida o no. Lo que sí es cierto, es que vivir momentos así hace que merezca la pena vivirla. Gracias Concha por habernos dado un momento como éste.
Le mando a Concha y a sus amigos, y a todos los que me leen, como recuerdo de lo que significa la amistad, la canción de Françoise Hardy, L’amitié. (Está subtitulada en español, si alguien no ve bien los subtítulos, poner la pantalla de vídeo en grande, abajo a la derecha). 
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