Daniel y Ana tienen dos niños y se están separando y el proceso, sin ser envenenado, es lógicamente complicado y activa emociones difíciles de manejar. Las emociones les desbordan a los dos con relativa frecuencia. De hecho, es lo que ha venido ocurriendo en los últimos años de su vida de pareja, y separarse no facilita la regulación emocional, pues ambos tienen que manejar emociones intensas y violentas, de rabia, dolor y resentimiento por todas las “cuentas pendientes”. Daniel llega indignado, está furioso con lo último que ella le ha dicho. Empezamos a trabajar y le pregunto, “¿Qué emociones sientes cuando piensas en esta conversación con Ana?” y me responde, “Pues que es injusta, que no está bien lo que me hace, que quiere machacarme y hundirme la autoestima, y que no lo pienso tolerar”. Le digo, “De acuerdo, esos son pensamientos, pero ¿qué emociones sientes?”, me mira sorprendido y confundido, y pregunta, “¿Qué quieres decir?”. “Me refiero a las emociones que sientes, no a los pensamientos o a tu opinión sobre lo sucedido. Por la forma de contarlo parece que sientes mucha rabia, impotencia, ¿Quizá odio y resentimiento?” Daniel respira profundamente cuando yo nombro esas emociones, como si le hubiera quitado un peso de encima, y me dice: “Sí todo eso, rabia, impotencia, y también odio y resentimiento, sí”.
     Es frecuente la situación que acabo de describir (Daniel y Ana son, lógicamente, dos nombres ficticios y representan a tantas parejas que se separan). Mucha gente confunde emociones con razonamientos y explicaciones, que a veces se alargan y alargan pero sin pronunciar, en ningún momento, el nombre de una emoción. En la entrada Mindfulness en las Emociones y en la entrada sobre la Empatía explicaba lo importante que es darle nombre a las emociones. De hecho, darle nombre a las emociones las calma, al conectar Hemisferio Derecho (más capaz para la expresión e identificación de las emociones) y el Izquierdo (donde reside el área de lenguaje). Por eso Daniel, cuando yo le nombro las emociones que siente, suspira profundamente y se calma un poco. Las explicaciones, los razonamientos, no conectan con las emociones, siguen manteniendo los dos hemisferios sin comunicar y no calma. 
     Muchas mujeres se quejan de que sus maridos o parejas les dan muchas razones, excusas, y explicaciones, pero no les dicen nunca qué sienten. Conectar con las emociones no es sólo de decir “te quiero” que, por otro lado, está tan de moda que, me temo, ya tiene muy escaso valor. Si no de la capacidad de expresar todo el abanico emocional que es posible sentir por el ser humano. Claro es, que algunas mujeres sufren el mismo problema mientras que hay hombres que expresan sus emociones sin ninguna dificultad. La razón de que sepan o no hacerlo no estriba sólo en que el cerebro de los hombres y las mujeres sea distinto, tema tan de moda en los últimos años, como también en la educación emocional recibida, o en la que ellos mismos han procurado proporcionarse ya de adultos. 
     Vamos a retomar este tema. Tal y como expliqué en otras entradas las emociones se sienten en el cuerpo, y mueven a la acción. Son iniciadas en partes profundas y primitivas del cerebro para facilitar la supervivencia. El pensamiento se origina en áreas de la corteza más recientes evolutivamente hablando y está íntimamente vinculado al lenguaje. Las vías nerviosas que producen el lenguaje son más lentas que las emocionales, y en caso de supervivencia —como cuando saltamos ante el avance de un coche que se ha saltado un semáforo— si utilizáramos tiempo en pensar, calibrar la situación y decidir (“¿Salto o no salto? ¿Frenará o no frenará? El caso es que su cara me recuerda a alguien. Ya sé a Chuk Norris”), perderíamos la vida, así que en esas situaciones la evolución ha primado la reacción emocional a expensas del pensamiento y las palabras, que recuperaremos una vez se nos haya pasado el susto. De hecho, cuando la emoción es desbordante la persona pierde la capacidad de expresarla en palabras. ¿No has llorado alguna vez sin poder articular palabra? Por eso ayuda que otra persona, desde fuera, con empatía, genere un puente con sus palabras, dándole nombre a las emociones, y al hacerlo, el desbordamiento irá cesando y la persona recuperará algo de control. 
     Las emociones producen un impulso de acercamiento, nos queremos acercar a las cosas que amamos, que nos produce alegría, curiosidad, interés, pasión… o de alejamiento, nos alejamos de las cosas que nos dan miedo, rabia, asco, tristeza, nervios, angustia… 
     Las emociones se sienten en el cuerpo, ¿Dónde? La Parte del cuerpo donde se sientan puede indicarnos qué tipo de emoción tenemos. El miedo, los nervios, la ansiedad, suelen sentirse en el estómago, y si el miedo es muy grande, en el vientre (algunas personas pueden tener calambres y diarrea, por ejemplo: la típica diarrea de antes de un examen… ¿Suena familiar la situación?). La tristeza, la soledad, suele sentirse en el pecho o en el corazón, también en la garganta y en los ojos (el nudo en la garganta cuando se tiene ganas de llorar). La rabia suele sentirse en la mandíbula que se aprieta (también por estrés), y en las manos (las ganas de tirar o romper algo en un momento de furia intensa). La vergüenza en los hombros hundidos y el calor en la cara. 
     Resumiendo, las emociones se sienten en el cuerpo y mueven a la acción, produciendo acercamiento o alejamiento del objeto que ha provocado la emoción y son cambiantes, como las nubes y el clima, no van a perdurar siempre —aunque los niños y los jóvenes tienden a pensar que son para siempre, lo que les hace sentir como más insoportables sus estados emocionales negativos—. 
     Los investigadores hablan de emociones básicas y complejas, aunque cuáles pertenecen a cada categoría es cuestión de debate e investigación. Una posibilidad, como Paul Ekman defiende, es que las emociones básicas sean aquellas que son expresadas con los mismos gestos en todas las culturas. Estas emociones básicas serían rabia, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa. Otra teoría reciente es la de Lövheim, que identifica ocho emociones básicas con niveles de tres neurotransmisores: Dopamina, Serotonina, y Noradrenalina, siendo estas ocho emociones: rabia-cólera, interés-entusiasmo, sorpresa, disfrute-alegría, angustia, miedo-terror, vergüenza-humillación, desprecio-asco.
     Las emociones complejas pueden surgir de la combinación de varias emociones básicas, por ejemplo, para algunos el desprecio sería la combinación de ira y asco hacia otra persona. Así, las emociones básicas serían algo así, como los colores primarios, y las complejas todos los tonos posibles que surgen a partir de esos colores primarios, pero identificar cuáles son las emociones primarias no es tan sencillo como en la teoría del color. De hecho, este debate es muy antiguo, ya los griegos intentaron identificar cuáles eran las emociones primarias, y también los chinos, identificando una emoción con cada uno de sus cinco elementos: rabia (con el elemento madera), alegría (fuego), preocupación (tierra), tristeza (metal) y miedo (agua). Como vemos, el debate sigue abierto. 
     El lenguaje es rico en la identificación emocional, y cada idioma tiene matices y expresa emociones que pueden no tener traducción en otros idiomas o culturas. Enfado, rabia, cólera, ira, resentimiento, despecho, desprecio, envidia, celos, orgullo, satisfacción, alegría, felicidad, deleite, disfrute, placer, deseo, lujuria, interés, entusiasmo, pasión, atracción, ternura, amor, añoranza, culpa, vergüenza, tristeza, soledad, amargura, desesperación, inquietud, nervios, angustia, miedo, pánico, terror, impotencia, asco, rechazo… y me dejo unas cuantas. Pero siempre teniendo en cuenta que cuando conecto con la emoción y la nombro estoy generando un puente. 
     ¿Palabras-Muro o Palabras-Puente?
     Las palabras, pueden separar, como muros invisibles desconectando de las emociones, desconectando nuestros hemisferios y desconectándonos de los demás. Lo hacemos cuando en vez de empatizar con las emociones de los demás, nombrarlas y tender la mano y el corazón, utilizamos excusas, razonamientos y mil explicaciones, que evitan tocar ese mundo más sutil de las emociones. También las palabras son muro, cuando son lapidarias, cuando nombramos las emociones, pero como una sentencia, en lugar de decir, “Te veo como desencajado e irritado, ¿Estás enfadado?”, decimos “¿Qué narices te pasa que no hay quien te aguante?”, o “a ti lo que te ocurre es que estás cabreado”. Entonces construimos muros con nuestras palabras. Muros, a veces, difíciles de saltar.
     Pero también las podemos utilizar como puente que une y enlaza, vinculando nuestros dos hemisferios, y nuestra mente y corazón con la mente y corazón de los demás. Conectando con nuestras propias emociones, con nosotros mismos y con los demás, y comunicándolo, pero de forma amable, como tentativa, y no como sentencia. Porque para poder conectar con los demás, tenemos que estar conectados con nosotros mismos, porque la empatía sólo es posible cuando siento la emoción del otro dentro de mí. Y eso sólo lo podemos sentir cuando tenemos conciencia de qué estamos sintiendo. 
     En la educación de nuestros hijos o alumnos, en nuestra vida de pareja, con nuestros amigos, ¿preferimos usar las Palabras-Muro o las Palabras-Puente? O preguntado de otra forma: ¿Qué preferimos que usen los demás con nosotros, las Palabras-Muro o las Palabras-Puente? 
 
Este tipo de dibujos ayuda a los niños a identificar las emociones.
Ilustraciones realizadas por Yolanda Calvo con Paper.
 
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