Cuando yo era pequeña ponían una serie de dibujos animados distribuidos por la Warner Bross que se llamaban Merrie Melodies y que en España se conoció por “Fantasías Animadas de Ayer y Hoy”. Los dibujos animados del coyote y correcaminos eran unos de mis preferidos. La música inicial se me quedó grabada en la memoria, y sigue grabada ahí, junto con una voz que en español decía “Fantasías animadas de ayer y hoy presentan…”. Esta serie de dibujos y su presentación me sirve, con una ligera variante, para explicar cómo funciona la mente. 
     La identificación con la voz dentro de nuestra cabeza nos obliga a vivir continuamente encerrados ahí dentro, como si de una prisión se tratara. Tenemos la sensación de percibir el mundo desde detrás de los ojos, tenemos la sensación de estar ahí ‘dentro’, solos, irremediablamente solos e incomprendidos, porque nadie, absolutamente nadie, puede estar en nuestro lugar y ver el mundo y la vida como nosotros lo estamos viendo. A esta sensación de desconexión absoluta, que produce una inmensa angustia e inseguridad, hay que sumar la sensación de que el tiempo se nos escapa inexorablemente entre los dedos, que el pasado es una bolsa cada vez más grande experiencias, emociones, momentos perdidos y que no podremos recuperar, y el futuro es algo inexistente aún, pero que vendrá, cumpliendo nuestros deseos, o cumpliendo las amenazas más temidas, teniendo la sensación, que se va haciendo con la edad más y más fuerte, de que cada día, cada hora, nos acerca al final inexorable y temido de nuestra existencia física. No hay peor destino para un ser humano que esa sensación de aislamiento dentro de su cabeza, y que esa sensación de tiempo lineal, que se escapa y que no se puede dominar. 
     Nuestra mente a menudo visita el pasado, recordando, reconstruyendo, cambiando —si hubiera hecho, si hubiera ido, si hubiera dicho—, resintiendo, lamentando, añorando. Y también a menudo visita el futuro, deseando, esperando, temiendo, preocupándose, angustiándose —debería hacer, debería decir, nunca voy a lograr esto, si yo pudiera lograr este sueño…—. En esas proyecciones en el tiempo, la mente genera películas, que tienen un enorme poder de generar emociones en nuestro cuerpo. 
     Haz un ejercicio muy sencillo, imagina un limonero cargado de limones. Bonito, ¿verdad? Observa si ha ocurrido algo en tu cuerpo. Seguramente no notarás nada, es bonito, pero no parece cambiar tu cuerpo, al menos de manera que tú notes. Ahora imagina que coges un limón, que cortas el limón por la mitad, que estrujas el limón en tu boca, que lo chupas con tu lengua. ¿Lo has notado? Estoy segura que al leer estas líneas, tú, al igual que yo al escribirlas, has generado también más saliva en tu boca; la boca se te ha ‘hecho agua’. Con este sencillísimo y rápido ejercicio hemos aprendido dos cosas fundamentales: la primera es que el cuerpo no responde a la imagen, sino a la película. Y la segunda es que el cuerpo no puede distinguir cuándo la película es real y cuándo es ficticia. Aquí no había ningún limón, ni tú ni yo, hemos cortado ningún limón, ni lo hemos chupado, pero tú y yo hemos producido más saliva al imaginar que estrujábamos el limón en nuestra boca. Esa producción de saliva significa que las células de tu cuerpo han respondido a la película como si ésta fuera real. Diversas investigaciones nos dicen, también, que nuestro cuerpo responde a las películas que vemos; si vemos un thriller o una película de miedo, nuestro cuerpo producirá durante la película más niveles de cortisol y de adrenalina respondiendo al peligro que está percibiendo. Ya, ya sé que me dirás que tú sabes que ‘no es verdad’; bueno… puede que tú sepas que es una película, que no es real, pero resulta que tu cuerpo no se entera y produce más adrenalina y cortisol, por si acaso. 
     Ahora observa, ¿Qué tipo de películas produce tu mente? ¿Tipo Almodóvar, Alex de la Iglesia, telenovela mexicana, Walt Disney, Peter Jackson? Si las células de tu cuerpo han respondido tan rápidamente a la breve película del limón, ¿te imaginas cómo están respondiendo las células de tu cuerpo al cine en ‘sesión continua’ que emite tu mente?
     ¿Qué hacer entonces? Si intentas pelear para que la película no se proyecte, tienes la batalla perdida. Haz otro pequeño ejercicio, pon un cronómetro durante un minuto. En ese minuto piensa en lo que tú quieras, todo lo que tú quieras, sea lo que sea, siempre que no sea un coche rojo. Vale… ya sé, ahora mismo tienes un coche rojo en tu mente, y si haces este pequeño ejercicio, en un sólo minuto, pasarán por tu tráfico mental, varios coches rojos. Lección aprendida: no hay que pelear. Aquello contra lo que peleas se hace más fuerte. 
     Lo único que puedes hacer, y es tremendamente potente, es observar. Observar la película que aparece en tu mente. La conciencia que observa la película que ha aparecido es diferente de la conciencia que crea la película. Es más, las películas que crea tu mente no son algo personal, no son algo que tú en especial hagas, diferente de los demás. Es cómo funciona la mente, cómo se ha condicionado en tu cultura y educación, y es una proyección de películas muy repetida en otras ‘salas de cine’, es decir, en otras ‘mentes’. 
     Observa la película, pero no te la creas, tampoco te enfades porque tu mente se haya puesto en ‘modo sesión continua’ otra vez. El enfado es parte de la película, es parte de la voz del ego. El enfado es otra película. Simplemente observa. Observa la película que ha aparecido, eres el testigo silencioso que observa qué hay en la pantalla de tu mente, en el espacio de tu mente. No alimentes los argumentos de la película ‘es verdad, porque qué va a ser de mí, no tengo dinero suficiente, nunca tengo dinero suficiente, la vida es injusta, todo me tiene que pasar a mí…”. Tampoco intentes rechazar la película, ‘no quiero pensar en esto, no quiero verlo, no quiero sentir estas emociones, ya está mi mente fastidiándome, es perversa, me hace daño, pretende destruirme…’ La primera actitud es lo que en Oriente llamaban ‘apego’ y la otra es ‘rechazo’, ambas refuerzan la película en tu mente. Observa la película. Se quedará un rato, se irá, volverá pasado un tiempo, se volverá a ir. Cuánto más observes sin apego y sin rechazo, más fuerza irá perdiendo hasta que desaparezca. 
     Una de las cosas que más puede ayudarte es la risa. Cuando seas capaz de reírte de tus propias películas, éstas perderán mucha fuerza.  Por eso, a esa producción de películas mentales yo le llamo, riéndome de mí misma, “Fantasías Animadas del Ayer y del Mañana Presentan…”, porque a veces son del Ayer, del pasado, y otras son del mañana, del futuro. Pero son fantasías. Solamente fantasías. Son fantasías porque tal y como explica soberbiamente Eckhart Tolle  (“El Poder del Ahora” y “Un Nuevo Mundo, Ahora”) el pasado ya no existe y el futuro tampoco; lo único que existe es el Ahora; pasado y futuro son, nada más, que un constructo de nuestra mente. 
     Entonces ¿no podemos planificar porque planificar sería fantasear sobre un futuro que no existe? Claro que sí, porque la planificación la hacemos en el ahora, y porque en la vida práctica el tiempo de reloj, de calendario es útil. Pero una cosa es la planificación y, otra, la proyección fantasiosa. Pongamos un ejemplo: imagina que comienzas en un trabajo nuevo, en un lugar nuevo y con un horario nuevo. Planificas cómo vas a ir al trabajo, qué medio de transporte vas a utilizar, qué ruta vas a escoger para ir, cuánto vas a tardar en llegar, a qué hora te tienes que levantar para llegar a tiempo… Eso es planificación, y muy útil si quieres llegar a tu hora a tu trabajo. La proyección de la imagen de ti en el nuevo lugar de trabajo, las fantasías, positivas o negativas, de los encuentros que vas a hacer allí, cómo te va a ir, cómo te vas a relacionar con tus compañeros, con tus superiores, conversaciones imaginadas… eso es fantasía y no te hace falta para funcionar mejor en tu trabajo. Eso son “fantasías animadas del mañana presentan…”

 
     ¿Que no son fantasías? Haz una comprobación: mira tu vida ahora, tal y como es ahora, si tienes ya unos cuantos años… ¿habías alguna vez imaginado alguno de los detalles de tu vida que fueran así? ¿Haber vivido alguna de las cosas que has vivido? Algunas sí las habías planificado, pero la vida ocurre sin nuestra planificación, y conocemos gente, hay encuentros y separaciones, muertes, despedidas, trabajos, crisis, y situaciones —agradables y difíciles— que jamás hubiéramos imaginado ni planeado. 
     Haz otra comprobación: cuando tengas algo a corto plazo, observa cuándo tu mente está generando una fantasía, anótala en un cuaderno, cuando llegue la situación, ¿se ha cumplido tu fantasía? No la planificación, si no la fantasía. Pon un punto verde en las que sí, un punto rojo en las que no. Por ejemplo, estás pasando una mañana muy mala en el trabajo y crees que no aguantas más, tu fantasía es ‘no puedo vivir así, no puedo aguantar el trabajo’, acaba la jornada y resulta que has aguantado la mañana, has terminado tu jornada laboral, no te has muerto a mitad de la jornada. ¿Se ha cumplido tu fantasía de ‘no puedo vivir así’? No, no se ha cumplido. Averigua, el porcentaje de aciertos de tus fantasías. Será algo así como un 0’0001 %.
     ¿Quiere eso decir que tu mente no influye en la realidad? Sí, influye en cómo tu percibes la realidad. La realidad no cambia para ti, pero tú la percibes a través de tu mente. Si tu mente proyecta películas gore, amenazadoras y violentas en tu mente, te parecerá que la gente es agresiva contigo. Tus fantasías no se cumplirán en lo concreto, en el detalle, pero sí se cumplirán en el tema general del guión. ¿Qué tema general hay en tus películas? ¿Miedo, rabia, angustia, preocupación? Eso es lo que estarás proyectando y lo que te parecerá que los demás y la vida te devuelven. Porque incluso aunque no lo hagan, te parecerá que lo están haciendo. Si proyectas rabia, un comentario amable de tu pareja o de un colega ‘¿cómo te va? ¿pudiste acabar el trabajo que estabas haciendo?’ lo puedes percibir como una exigencia respondiendo con rabia en tu mente ‘¡qué poca vergüenza! ¡Se atreverá a exigirme! ¡Claro, desde su lugar se ven las cosas muy fáciles!’
     Observa esos diálogos internos, esas películas. No las alimentes con más argumentos. El ego te dará un tirón muy fuerte, para que le sigas. No lo hagas. Observa, mira. Acepta que la realidad de tu mente, ahora, es esa. Observa. Tampoco rechaces esos estados. Son momentáneos. Toma conciencia de todo lo que aparece en tu mente. No dejes nada sin conciencia. 
     La luz de la Conciencia se irá haciendo en ti cada vez más fuerte. Las películas ya no serán en sesión continua, sino en sesión numerada, y pasarán de ser superproducciones larguísimas a mini cortos que apenas empiezan están terminando. Breves como un anuncio, y desaparecen… por falta de seguimiento. 
     Y entonces te sientes en paz, feliz con el momento presente. Con el Ahora tal y como se manifiesta. Sea como sea. Intensamente presente, plenamente consciente en todos los momentos de tu vida. Sean los que Sean. 
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