Te sientas a meditar.

La mente poco a poco se va calmando.

Empiezas a fluir.

Y entonces ¡zas! Aparecen.

Observas. Respiras. Parece que se calman. Pero no. No lo hacen. Se hacen cada vez más y más fuertes. Te desesperas. Sabes que es mejor no moverse durante la meditación. Pero te pica muchísimo. No puedes relajarte, no puedes centrarte.

Descubre en este vídeo la causa de estos picores insistentes. Y descubre cómo superarlos de una manera sencilla y simple. Te sorprenderás.

Sigue el vídeo hasta el final.

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