En 2013 subí un poema a mi Canal llamado «Vida Humana». (Aclaración: más que poesía lo que yo escribo es prosa poética. Porque aunque tienen una inspiración y metáforas poéticas, no tienen ni métrica, ni rima).
En las últimas semanas varias personas me han comentado que les gustaba mucho ese poema y que lo volvían a escuchar de vez en cuando.
Tengo un archivo con poemas míos, de ese estilo, que surgen de experiencias personales e íntimas, en mi propio camino, por la vida y por la conciencia.
Este poema que os traigo hoy, «la grieta», es muy corto, pero es uno de mis favoritos. En él hago referencia a la sensación que a veces se experimenta, y experimento, en que el ego se siente como una cáscara, o yo lo siento como tal, sin agobio, como si lo viera desde fuera. Javier, mi marido, lo llama el chamizo. Yo lo visualizo como una cáscara de barro, que decoramos y pintamos. A veces las experiencias duras, o la meditación, o las dos cosas, abren grietas en la cáscara, en el chamizo. Y entonces «vemos».
Puede ser que veamos durante unos segundos, o unos minutos, o que dure varios días. Es lo que en Japón llaman Satori, pequeñas experiencias pasajeras de despertar. Y aunque ese elevado estado de conciencia se desvanece pasado un tiempo, porque todavía no puede mantenerse, cambia tu percepción para siempre.
Se pueden producir durante una meditación, o después de ella, o tras la aceptación de un intenso y largo sufrimiento, o en el momento más anodino imaginable. No sabemos cuándo vienen, y no sabemos cuánto se van a quedar. Por eso en la Biblia se habla de Gracia. Porque es algo que escapa a nuestro control. Estos Satoris, estas Grietas, ocurren cuando ellos quieren, por decirlo así, y solo podemos experimentarlos y vivirlos.
Y ya esta explicación está siendo más larga que el poema mismo. Os dejo con él.
Gracias por vuestra lectura y escucha.
Precioso, cómo me gusta!
Muchas Gracias, Rosa